Hugo Chávez, que es incapaz de reprimir su vocación dictatorial, lo cual es muy peligroso tanto para él como para el pueblo venezolano, se compone, partes iguales, de gramática parda y bestialidad. Gramática parda conocer en todo momento los límites que no puede sobrepasar y cuáles de ellos son susceptibles de ser ampliados y cómo hacerlo.
Toda su verborrea se dirige a su clientela particular, que se divide entre quienes no tienen más remedio que soportarlo, en muchos casos porque su forma de vida depende de ello, y aquellos otros gobernados por el resentimiento y deseosos de vengarse de sus imaginarios enemigos. Los primeros residen en su totalidad en Venezuela. Los segundos pueden extenderse a lo largo y ancho del planeta, aunque en algunos puntos hay concentración de ellos.
Cuando habla Hugo Chávez no hace más que marcar el territorio, recordar a todo el mundo que él es el gallo de ese corral. Aunque cabe presumir que es consciente del efecto que causa su discurso entre las personas civilizadas, se ve obligado a decir un disparate tras otro para mantener la disciplina. Puesto que su forma de gobernar no puede admitir la mínima disidencia, cabe suponer lo que les ocurre a quienes no aceptan de buen grado sus diatribas y los tiene cogidos de algún modo. Cuando logre implantar algo parecido a lo de Fidel Castro, Venezuela entrará en lo más oscuro de la noche.
Era previsible que no quisiera discutir con Mario Vargas Llosa. Si lo hubiera hecho, aquellos a los que tiene sometidos hubieran seguido en la misma condición y con la misma desesperanza. Pero ante el mundo civilizado Hugo Chávez hubiera hecho el ridículo y lo sabe. De ahí que haya inventado otro disparate para disfrazar su espantada.
Toda su verborrea se dirige a su clientela particular, que se divide entre quienes no tienen más remedio que soportarlo, en muchos casos porque su forma de vida depende de ello, y aquellos otros gobernados por el resentimiento y deseosos de vengarse de sus imaginarios enemigos. Los primeros residen en su totalidad en Venezuela. Los segundos pueden extenderse a lo largo y ancho del planeta, aunque en algunos puntos hay concentración de ellos.
Cuando habla Hugo Chávez no hace más que marcar el territorio, recordar a todo el mundo que él es el gallo de ese corral. Aunque cabe presumir que es consciente del efecto que causa su discurso entre las personas civilizadas, se ve obligado a decir un disparate tras otro para mantener la disciplina. Puesto que su forma de gobernar no puede admitir la mínima disidencia, cabe suponer lo que les ocurre a quienes no aceptan de buen grado sus diatribas y los tiene cogidos de algún modo. Cuando logre implantar algo parecido a lo de Fidel Castro, Venezuela entrará en lo más oscuro de la noche.
Era previsible que no quisiera discutir con Mario Vargas Llosa. Si lo hubiera hecho, aquellos a los que tiene sometidos hubieran seguido en la misma condición y con la misma desesperanza. Pero ante el mundo civilizado Hugo Chávez hubiera hecho el ridículo y lo sabe. De ahí que haya inventado otro disparate para disfrazar su espantada.
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