La crisis se ceba más duramente con Europa que con Estados Unidos, lo cual deja en evidencia a los trileros que se empeñan en señalar a Bush como el único culpable. Si la economía europea se tambalea de este modo es porque sus cimientos no eran suficientes. Por otro lado, en España se hubiera desatado la crisis de todos modos. Si sólo hubiera ocurrido en nuestro país se hubiera notado menos.
He aquí, pues, que la irresponsabilidad de nuestros gobernantes, estatales y autonómicos, es total y absoluta. No sólo no previeron la inevitable crisis nacional, sino que, además, fueron incapaces de imaginar la mundial, ni siquiera como ejercicio teórico, y una vez declarada aún la negaban, sin darse cuenta de las repercusiones que iba a tener en la nuestra. Aparte de ceguera hubo mucho egoísmo. Y Solbes calla, ¿por qué no lo cuenta todo, ahora que puede?
De los brotes verdes que ven quienes no vieron los enormes nubarrones que se cernían sobre nosotros mejor no hablar. De momento, no se sabe cuál puede ser la duración de la crisis. Los políticos deberían comenzar a asustarse de una vez y aligerar la nómina, no vaya a ser que la desesperación se adueñe de la gente y les pille el asunto también a contrapié y sin tiempo para salir por piernas.
Otra cuestión que se pone de relieve es que si Europa fuera una sola nación podría combatir mejor la crisis. Es malo para España que Alemania vaya mal y viceversa. Lo mismo en todos los casos. Pero llevar a cabo una política comunitaria en las condiciones actuales es imposible, porque lo que puede servir para un país puede no ser tan bueno para otro. Habría que acelerar la unión europea, por el bien de todos; pero esto, incluso en estas condiciones, es utopía.
También resulta utópico esperar un comportamiento racional en la clase política española.
He aquí, pues, que la irresponsabilidad de nuestros gobernantes, estatales y autonómicos, es total y absoluta. No sólo no previeron la inevitable crisis nacional, sino que, además, fueron incapaces de imaginar la mundial, ni siquiera como ejercicio teórico, y una vez declarada aún la negaban, sin darse cuenta de las repercusiones que iba a tener en la nuestra. Aparte de ceguera hubo mucho egoísmo. Y Solbes calla, ¿por qué no lo cuenta todo, ahora que puede?
De los brotes verdes que ven quienes no vieron los enormes nubarrones que se cernían sobre nosotros mejor no hablar. De momento, no se sabe cuál puede ser la duración de la crisis. Los políticos deberían comenzar a asustarse de una vez y aligerar la nómina, no vaya a ser que la desesperación se adueñe de la gente y les pille el asunto también a contrapié y sin tiempo para salir por piernas.
Otra cuestión que se pone de relieve es que si Europa fuera una sola nación podría combatir mejor la crisis. Es malo para España que Alemania vaya mal y viceversa. Lo mismo en todos los casos. Pero llevar a cabo una política comunitaria en las condiciones actuales es imposible, porque lo que puede servir para un país puede no ser tan bueno para otro. Habría que acelerar la unión europea, por el bien de todos; pero esto, incluso en estas condiciones, es utopía.
También resulta utópico esperar un comportamiento racional en la clase política española.
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