Él mismo se presenta como escritor y divulgador científico. Es muy aplaudido y generalmente recibe alabanzas. Otra cosa es que sus recomendaciones, que la mayoría de la gente dirá probablemente que las tiene en cuenta, sean seguidas. Porque si lo fueran, otro gallo nos cantaría. Aquí, en España, lo que sobra es el sectarismo: quienes venden gafas con los cristales de colores deben de estar ganando mucho dinero.
Pero Eduardo Punset no sólo dice cosas interesantes, sino que además cuida mucho el modo en que las dice. Hoy, por ejemplo, explica en El Semanal, después de preparar lo que iba a decir con un prudente preámbulo, que los europeos un gran error al considerar que la recesión en la que estamos sumidos era fundamentalmente un problema estadounidense. Mayor delicadeza no puede haber.
Si en lugar de referirse a los europeos, hubiera hablado exclusivamente del problema español y lo hubiera hecho sin pelos en la lengua, El gran libro de los insultos, de Pancracio Celdrán Gomariz, se hubiera quedado pequeño. Porque en España tenemos dos crisis, la mundial propiamente dicha, y la nuestra, la que hubiera estallado de todos modos y que el hecho de que aquélla lo hiciera en primer lugar sirvió de excusa a nuestra clase política, que egoístamente había cerrado los ojos, negándose a ver lo que irremediablemente tenía que pasar.
También ahora nuestra clase política se niega a soltar lastre, a reducir considerablemente el número de sus efectivos, a destruir todas las tarjetas de oro, o de lo que sea, con cargo a los impuestos de todos. Mientras todas las empresas reducen plantillas y eliminan gastos, el número de los asesores crece, probablemente, y el de los políticos se mantiene estable y con todos los seguros de los que se pueden dotar. Como dice Eduardo Punset, los yanquis no tienen ninguna culpa de lo que nos pasa.
Pero Eduardo Punset no sólo dice cosas interesantes, sino que además cuida mucho el modo en que las dice. Hoy, por ejemplo, explica en El Semanal, después de preparar lo que iba a decir con un prudente preámbulo, que los europeos un gran error al considerar que la recesión en la que estamos sumidos era fundamentalmente un problema estadounidense. Mayor delicadeza no puede haber.
Si en lugar de referirse a los europeos, hubiera hablado exclusivamente del problema español y lo hubiera hecho sin pelos en la lengua, El gran libro de los insultos, de Pancracio Celdrán Gomariz, se hubiera quedado pequeño. Porque en España tenemos dos crisis, la mundial propiamente dicha, y la nuestra, la que hubiera estallado de todos modos y que el hecho de que aquélla lo hiciera en primer lugar sirvió de excusa a nuestra clase política, que egoístamente había cerrado los ojos, negándose a ver lo que irremediablemente tenía que pasar.
También ahora nuestra clase política se niega a soltar lastre, a reducir considerablemente el número de sus efectivos, a destruir todas las tarjetas de oro, o de lo que sea, con cargo a los impuestos de todos. Mientras todas las empresas reducen plantillas y eliminan gastos, el número de los asesores crece, probablemente, y el de los políticos se mantiene estable y con todos los seguros de los que se pueden dotar. Como dice Eduardo Punset, los yanquis no tienen ninguna culpa de lo que nos pasa.
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