viernes, 29 de mayo de 2009

Comenzando por De la Vega

Si comenzamos por De la Vega, vemos que, según cuentan –yo no la sigo hasta estos extremos, es decir, no me fijo tanto-, estrena un modelito nuevo cada día. Si suponemos que cada día gasta doscientos euros en vestido, calzado, manicura y peluquería, eso da una gran cantidad de dinero al año. ¿A cuánto ascienden por todos los conceptos los emolumentos de De la Vega?
Zapatero se sube al Falcon como quien monta en bicicleta. Luego, tiene excusa. Y si no le aceptan una, pone otra. Los poderosos siempre tienen excusa para todo. Quienes no tienen excusa son los pobres, porque no se les aceptan, entonces no tienen escapatoria. ¿A cuántos pobres se les podría haber ayudado a sobrevivir con el dinero que ha gastado Zapatero con los Falcon?
Rambla prohíbe a los altos cargos usar coches oficiales para actos privados. ¿Y por qué no los destituye a todos? ¿O los mete en la cárcel? ¿Por qué ha consentido que lo vinieran haciendo hasta ahora? ¿Piensa ahorrar dinero con la prohibición? Porque si permite otras maneras de malgastar el dinero público nos habremos quedado igual. La Inspección de Trabajo ha tomado cartas en el asunto (¡a buenas horas, mangas verdes!), puesto que los chóferes se veían, o se ven, obligados a incumplir su horario y hacer excesivas horas extras. Esto no pasa en Inglaterra.
El diario El País ha puesto el grito en el cielo porque el Tribunal Supremo ha imputado a Garzón por prevaricación. Como es natural, esa actitud induce a pensar inmediatamente el sumario del caso Gürtel que, en manos de Garzón, alguien filtró a El País y que este diario fue publicando en pequeñas dosis, en periodo electoral, con el claro ánimo de influir en él y de hundir políticamente a Camps. El enojo de El País por la imputación de Garzón también lleva a recordar a Javier Gómez de Liaño.

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