Se trata de la enésima brutalidad sufrida por el pueblo saharaui, esta vez perpetrada por los colonos marroquíes los pasados días 26 y 27 de febrero. Se dedicaron a incendiar las viviendas de los saharauis, destrozar sus negocios y sus vehículos, ante la pasividad de la ONU, que se limita a emitir resoluciones, con las que Mohamed, Zapatero, Sarkozy y Obama hacen lo que quieren.
Según la ONU, ocupa ilegalmente el Sahara, pero eso no impide que Marruecos negocie con la Unión Europea los derechos de pesca en las aguas saharauis y que establezca contratos que jurídicamente podrían ser nulos. Como suelen decir los comisionados de la ONU sobre el asunto, los saharauis tienen razón, la legalidad internacional está de su parte, pero no tienen fuerza para defenderla. La ONU, como tal, no puede hacer cumplir sus resoluciones, pero los países que la componen podrían ser más pudorosos. Los franceses siempre presumen de “grandeur”, pero en la Biblia se dice que “por sus hechos les conoceréis”. Pide Sarkozy sanciones para Gadafi, pero le parece bien lo que hace Mohamed con los saharauis. Lo mismo cabría decir de Obama.
Zapatero se ha ido a Túnez, a impartir lecciones de democracia, está muy impuesto en la materia, y si no ha ido a dárselas a Mohamed y hacerle ver que lo que hace con los saharauis no está bien, puede que sea porque no se ha enterado de la última brutalidad, puesto que El País no ha dado la noticia. Es posible que alguien le haya dicho que Mohamed es muy demócrata y que trata muy bien a los saharauis. Tanto que hasta el embajador que ha puesto en Madrid es natural de Villa Cisneros. Si Zapatero supiera lo que ocurre en el Sahara no lo iba a consentir, pues se autodenomina protector de los indefensos.
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