El título coincide con el titular de una entrevista a Nawal El Saadawi que publica hoy el diario El País. Me parece que la cuestión es de suma importancia. Las religiones se justifican en el supuesto de que son beneficiosas para el ser humano, dado que su finalidad consiste en ayudarle a buscar lo mejor de sí mismo. Le llaman camino de la perfección.
Y, sin embargo, proclaman algo injusto. Decir que media humanidad es inferior a la otra media es consagrar la prepotencia, es poner a la mitad considerada inferior a los pies de los caballos. La historia de la humanidad se asienta sobre un principio falso e injusto, cosa que perjudica a todos, a los supuestamente beneficiados y a las supuestamente inferiores, porque la injusticia es mala para todos.
No es descabellado pensar que si desde el principio hubiera habido igualdad entre hombres y mujeres las miras de la humanidad hubieran sido mucho más justas, la prepotencia hubiera tenido menos admiradores e imitadores y consecuentemente hubiera habido menos guerras.
El día de la Mujer que se celebra hoy no es una celebración sólo de las mujeres, sino de todos los amantes de la justicia, de todos los que aspiren de verdad y no sólo de boquilla a un mundo mejor y más justo. Quizá no sea lo mejor establecer cuotas, sino abrir caminos, o sentar las bases para que los caminos se abran. Lo lógico es que al hacer un recuento los cargos estén repartidos al cincuenta por ciento y si no es así es porque falla algo. Encontrar el error y subsanarlo es más difícil que establecer por decreto la norma de la igualdad, porque en este caso, con tal de cumplirla se puede nombrar a cualquiera. Habría que ir a la base y encontrar qué cosas son las que impiden el paso a los mejores, porque puede ser que algunos hombres también vean cerrado el paso.
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