Según un informe del Consejo Económico Social, hay importantes diferencias en el diagnóstico y tratamiento de las distintas enfermedades, así como en el uso de las nuevas tecnologías, entre las comunidades autónomas.
Ésta es una prueba más de que quienes diseñaron nuestro sistema político, que los españoles tildamos de demócrata porque no tenemos experiencia democrática, no hicieron las cosas bien. ¿Por qué tenía que transferirse la Sanidad a las comunidades autónomas? ¿Qué tiene que ver con el hecho diferencial? (Por cierto, a quienes estimulan las diferencias habría que catalogarlos como muy peligrosos; lo mismo que a quienes pretenden igualar a todos).
Estoy convencido, aunque reconozco que puedo equivocarme, de que el Estado de las Autonomías fue una gran idea, pero merecía mucho más trabajo y más maduración. Habría que haber buscado el modo de que ninguna pudiera sentirse postergada. Obviamente, esto significa que el reparto de fondos no pudiera ser arbitrario, sino que estuviera sometido a distintas reglas. El método no podría ser perfecto, pero sí pactado entre todos.
Otra cuestión que chirría en este sistema que llaman democrático es el gusto que tienen por obligar, imponer, prohibir, o hacer lo que se les antoja, a nuestros políticos. Un ciudadano español es, en realidad, un ser sometido. Mientras tanto, los políticos gozan de todos los privilegios de los que han sabido dotarse. Volviendo a la Sanidad, está por ver que un ciudadano corriente logre en la Sanidad el mismo trato que se les ha dispensado a Aguirre y Rubalcaba. No se trata de criticar que lo hayan recibido, sino de preguntar si con todos se hace igual en la sanidad pública. Las larguísimas listas de espera, que prueban que no se planifican bien las cosas, producen la duda de que con todos se sea igual de diligente. Los políticos españoles recortan gastos en donde quieren, no en donde deben.
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