Hace pocas fechas Rajoy utilizó la expresión “como Dios manda”, y Zapatero se burló de él instándolo a preguntarle a Dios qué es lo que tenía que hacer. Y ahora ha sido el propio Zapatero quien ha recurrido a una expresión popular de este tipo diciendo “que venga Dios y lo vea”. Lo cierto es que la existencia de Dios no se puede probar de ninguna de las maneras, aunque no faltan quienes lo intentan, pero el hecho de que Zapatero no crea quizá sea una de las mejores pruebas de que sí existe. No acierta ni una.
Dice este presidente del gobierno, que no hubiera podido llegar a serlo en un sistema realmente democrático, y en el caso de que llegara no hubiera durado, cosa que se también se puede decir de otros presidentes autonómicos, que la economía española ha mejorado bajo su mandato. Lo malo es que se lo cree (también otros presidentes autonómicos nefastos). Antes de que comenzara su mandato el pueblo español irradiaba un optimismo que realmente era peligroso, porque estas cosas llevan a cometer imprudencias, que es lo que ocurrió. Y el buen hombre en lugar de refrenar esos ímpetus los alentó, íbamos a pasar como un bólido a no sé cuántos países, y lo que tenemos es un lastre enorme de viviendas por vender y de gente arruinada y sin ilusión.
Que el presidente del gobierno diga que la economía española ha mejorado e invoque a Dios como testigo es una falta de respeto a todos los que han tenido que cerrar sus negocios por falta de clientes, a todos los que han perdido su empleo, cuando estaban muchos de ellos haciendo planes gozosos para el futuro, a todos los que habiendo acabado sus estudios se encuentran sin horizontes y con el aprendizaje del alemán como mejor opción a medio o largo plazo. No es necesario que venga Dios. Hay casi cinco millones de españoles que pueden servir como testigos.
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