No a todo el mundo le gustan los Hermanos Marx. A mí, sí. No le gustan a todo el mundo porque Rafael Blasco, que es tenido como la cabeza pensante del PP, les puso a sus compañeros de partido la película Sopa de Ganso, y se fueron enfadados casi todos.
Una de las primeras en abandonar la sala, enfadada, fue Rita Barberá. Más se enfadará cuando vaya a cambiar las flores del Puente de las Flores, y el encargado de la tesorería del ayuntamiento le diga que no hay dinero para pagarlas.
Estos políticos nuestros se creen que el dinero surge de forma inacabable del bolsillo de los contribuyentes y se ponen a gastarlo, sin tasa ni medida, en cosas estrambóticas y, claro, llega un momento en que se acaba y entonces se sorprenden mucho, se miran unos a otros, y para arreglarlo se ponen a recortar prestaciones sanitarias, a alargar los plazos de atención a los enfermos, a no pagar, al menos no en los plazos correctos, a los proveedores. Pero los gastos estrambóticos siguen.
Alega Blasco que puso una película que emula el fin del gobierno de Zapatero. Lo que ocurrió fue que los políticos del PP se dieron por aludidos. ¡Ah!
Tampoco puede calificarse como muy brillante la gestión del gobierno valenciano. De modo que no es ilógico que se hayan dado por aludidos. Lo que se esperaba es que fueran capaces de aguantar hasta el final. No soportan las críticas por lo que se ve.
La vez anterior, hace unos meses, Blasco les puso Invictus y ésta sí que la vieron entera. Algunos de los diputados han criticado abiertamente a Blasco por haber elegido Sopa de ganso esta vez. Con la que está cayendo, no es la mejor película, han dicho.
La que está cayendo. ¿A quiénes? Menuda tropa. Y lo cara que nos cuesta.
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