Recientemente, una juez de Alicante ha dado la razón a unos padres que han optado por educar a su hijo en casa, siguiendo por Internet un programa de un centro estadounidense. Y a mí me parece que la juez ha hecho muy mal.
Se dice que en Estados Unidos esto es legal, pero es que en Estados Unidos se rinde culto de forma casi morbosa a las libertades individuales. Éstas son sagradas, no cabe duda de ello, pero para vivir en comunidad hay que renunciar a parte de ellas. Incluso los estadounidenses renuncian a parte de sus libertades. De modo que la cuestión no se refiere estrictamente a estas libertades, sino que el problema consiste en dilucidar dónde está la línea que no conviene traspasar. Se cede parte de las libertades individuales por solidaridad y por el bien común, pero hay un punto a partir del cual los individuos dejan de ser libres y se convierten en esclavos.
El hecho de que la educación de los hijos sea por cuenta del Estado entra dentro de lo que se considera bien común. Entre los padres, los hay de todos los pelajes: paranoicos, psicópatas, psicóticos, ladrones, asesinos, abotargados, sumisos, acobardados, apocados, etc. Claro que también los hay que son muy defendibles. Pero los niños y los jóvenes constituyen el mayor tesoro de la humanidad. ¿Cómo dejar que sean educados por sus padres si un buen porcentaje de ellos no son recomendables?
Al correr la Educación por cuenta del Estado, y al menos de forma teórica, éste puede comprobar que los niños reciben un trato correcto en sus casas, que no son mal alimentados, etc.
Es cierto que la educación deja mucho que desear en España, quizá porque los niños no votan, pero eso no es razón suficiente para que el Estado abdique de sus obligaciones.
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