sábado, 24 de marzo de 2012

Los amigos de Camps

Me parece bien que los amigos de Camps muestren lealtad, y hasta simpatía si les apetece, hacia su persona. Ahora bien, si tratan de defender su gestión política con ello ofenderán al pueblo valenciano. Hay que tener en cuenta que los ciudadanos no participan de ningún modo en la elección de candidatos. Camps fue puesto por un dedo y los votantes votan a los partidos, no a las personas, porque no pueden.
Cuando el confesor, en su lecho de muerte, le preguntó a Pánfilo Narváez si perdonaba a sus enemigos, éste le dijo que no tenía, pues los había mandado fusilar a todos. Los tiempos de Camps son otros. No ha mandado fusilar a nadie, pero sí que se ha deshecho, políticamente, de todos sus enemigos. Y eso que una de las veces que tuvo que prestar juramento se hizo llevar a las Cortes su propia biblia, evidenciando que posee más delirios de grandeza que inteligencia. Sin olvidar que podría haberla llevado en el bolsillo.
Ahora nos hace saber Camps que se siente preparado para ser presidente del Gobierno. Pero eso ya lo dijo Zapatero: “Ni te imaginas, Sonsoles, la cientos de miles de españoles que podrían ser presidentes del Gobierno”. Camps es uno de los pocos capaces de sumir a España en una catástrofe mayor que la que ha propiciado Zapatero. A la vista está la desesperación en la que ha sumido a los valencianos. La descomunal deuda que ha cargado sobre nuestras espaldas.
Pero este tipo que cultiva su imagen de meapilas, hasta el punto de que algunos le ven futuro como cardenal, no se siente culpable, ni responsable de nada. Prueba de su catadura moral es que ha aceptado formar parte del Consejo Jurídico Consultivo.
Y se nos presenta montado en una barca de la Albufera y comiendo paella. Con el peligro que tiene que lo identifiquen como la imagen de Valencia.

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