martes, 27 de marzo de 2012

Un acierto del Rey

Un parado que había trabajado durante 25 años como oficial de notaría, al ver que se le acababa la prestación por desempleo, decidió aceptar, como último y desesperado recurso, la oferta de recoger naranjas en el campo.
Lo que da pie a que alguien diga: “qué casualidad, hombre; ha ido a encontrar trabajo justamente cuando se le acaba la prestación”. Obviamente, no todo el mundo tiene un espíritu sensible y cultivado, cosa que permite comprender a este antiguo oficial de notaría. Hay gente más grosera.
Algunos empresarios instan a los desempleados a ser activos en la búsqueda de empleo. Y resulta que muchos universitarios aceptan trabajar en la limpieza. En estos tiempos en los que tanta gente vive con angustia es incomprensible que se digan esas cosas, pero los hay que, puesto que no padecen penurias, pueden mostrar lo que hay en ellos.
El Rey, que no es tonto, ha pedido a los empresarios que arrimen el hombro para crear empleo.
Y es que hay empresarios que están a la espera de que les lleguen suplicantes los trabajadores para ofrecerles empleo basura. Los hay que ofrecen empleos de lunes a viernes. Los trabajadores españoles no tienen trabajo, o lo tienen en precario, no tienen derechos en la práctica.
Algunos empresarios no se dan cuenta de que esto se hunde. El hecho de que ahora, con respecto a los trabajadores, tienen la sartén por el mango, les impide ver que es peligroso caminar por la senda del egoísmo.
Cuestión distinta es que el Rey tenga autoridad moral para dar lecciones, pero en este caso no se trata de una lección, sino de un aviso. Harían bien todos los empresarios que puedan en hacer todo lo que puedan.
Razón moral en esta España de nuestros pecados, no tiene nadie. Ni los subvencionados sindicatos, ni Zapatero, que se ha ido a dar lecciones, ¡de economía!, a Venezuela. ¿Por qué no las da en Valencia, Barcelona o Madrid? ¿O en Bruselas?
Los que están instalados, y algunos ganando más dinero que nunca, no tienen reparos en atacar a los parados, ni a los funcionarios. Hasta alguien tan idolatrado como Punset ha caído en la trampa. Pues muy mal. Quien ha acertado en este caso es el Rey.

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