sábado, 20 de diciembre de 2014

Excalibur, el perro

En mi opinión, y espero que no se lo tomen a mal los interesados, Teresa Romero y su esposo, con respecto al perro que tuvieron, están llevando las cosas demasiado lejos.
Cuando Sócrates fue condenado a muerte se rio de quienes quisieron vengarse de él. Les dijo que no le habían procurado ninguna desgracia, sino que simplemente habían adelantado la fecha de algo que necesariamente tenía que ocurrir. Y les recordó que ninguno de quienes le condenaron escaparía de la muerte.
Teresa Romero es una persona que al igual que otras asumió riesgos para atender a otra. Y ahora dice que si llega a saber que su perro corría peligro jamás se habría ofrecido como voluntaria. Nuestro gozo en un pozo. Creíamos que estábamos ante una heroína y resulta que hubiera preferido la vida de su perro a la del misionero.
Hay que recordar que ella fue la única que se contagió y asumidos los errores que se cometieron, entre los que pudo haber alguno suyo, la sociedad respondió adecuadamente, gastando dos o tres millones de euros en su curación. También debió tener algo que ver en el desenlace feliz el ánimo con que la interesada se enfrentó a la enfermedad.
Una de las medidas adoptadas fue el sacrificio del perro. Expertos en el asunto opinaron que se trataba de una medida razonable, a pesar de que no era probable que estuviera infectado.
El hecho de este perro haya recibido tantas muestras de solidaridad es curioso. Siempre que escribo sobre este perro saco a colación que yo podría hablar de un niño de menos de cuatro años que quisiera para sí toda esa solidaridad.
Una de las mejores cosas que le he leído a Eduardo Punset es que hay que desaprender todas aquellas pautas de conducta que adquirimos sin ser conscientes de ello en los primeros años de la vida. En España es abundante el sectarismo y quizá si nos desprendiéramos de él tendríamos mejor perspectiva de las cosas.

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