martes, 10 de febrero de 2015

A la alcaldesa se le va a olla

Dijo Adenauer que “sólo será posible una época de paz y cooperación si las ideas nacionalistas se excluyen de la política”. En España todavía tenemos que soportar a los descendientes de Sabino Arana, a los de Jorge Pujol y algunos otros por el estilo.
Ocurre también que los hay que catalogan un sentimiento mezquino como ideología y con eso ya creen que le han dado un barniz de nobleza. Pues no. Lo que hacen es añadir estupidez a la infamia.
Es el caso de esa alcaldesa del PNV que ha dimitido porque la ley le obliga a poner la bandera española en el balcón del ayuntamiento y alega que eso va en contra de sus convicciones. ¿Qué convicciones? Eso es odio puro y duro.
Esa ley que ella se niega a cumplir es habitual en todos los países del mundo. En el suyo, que es España, el nacionalismo, esa ideología tan nefasta según Adenauer y muchos otros, recibe un trato preferente, que, lógicamente, los nacionalistas no agradecen, porque si fueran capaces de agradecerlo, su ideología no sería tan mala.
En su defensa, la tal alcaldesa invoca el artículo 16.1 de la Constitución española, que dice que se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”. Y resulta que a ella se le permite ser nacionalista, por lo que no se le ha conculcado ningún derecho. Que pretenda pasar gato por liebre es otra historia.
Los militantes del PNV deberían hacer examen de conciencia y darse cuenta de que el odio que sienten y que disfrazan de ideología es lo que ha posibilitado la existencia de la banda terrorista. Y hay alrededor de 400 actos terroristas por resolver. Deberían tomarse esto último a pecho, si tuvieran vergüenza, y colaborar en lo posible en su esclarecimiento.

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