miércoles, 11 de febrero de 2015

Jaime Botín escribe sobre Grecia y la Unión Europea

A simple vista su artículo parece ponderado, ecuánime y bien intencionado. Pero en cuanto se observan un poco los pormenores comienza a hacer aguas.
Es muy fácil decir que Grecia tiene parte de culpa de los males que le aquejan, pero que ahora tiene un gobierno nuevo no comprometido con el pasado. Pasa por alto que este gobierno nuevo ha ganado las elecciones con un programa engañoso, en la medida en que cuenta a priori con ser capaz de forzar a los demás socios de la Unión Europea a transigir sobre sus demandas. Mal principio es ese y resulta lógico que los demás países europeos desconfíen.
Compara también las políticas económicas de Estados Unidos de América y la Unión Europea y otra vez aquí falla una pata del banco. Estados Unidos es un solo país, con un único ministro o secretario de Estado de Economía, mientras que la Unión Europea es una amalgama de países, cada uno con sus propios problemas específicos y manera de abordarlos, cosa que hace los experimentos sean muy peligrosos. Se ha visto lo que es capaz de hacer Grecia, por ejemplo, con los fondos comunitarios y nada parece indicar que el nuevo gobierno griego fuera a actuar mejor que sus antecesores.
La Unión Europea tiene defectos de fábrica que han salido a relucir con la crisis. Ahora se ve que no se debió dejar entrar a Grecia, pero también que una vez dentro es mejor que no salga. La solución que cabe adoptar cabría resumirla en estas palabras: del mal, el menos. Este gobierno griego tendrá que ganarse la confianza de sus socios antes de pedirles que sean benevolentes.
A España tampoco se le debió permitir la entrada en la Unión hasta que no demostrara que se había dotado de una democracia con separación efectiva de poderes y con control sobre el gasto del país.

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