sábado, 28 de febrero de 2015

Yihadi John

También es conocido como Carnicero John. Es ese elemento que corta cuellos y, al parecer, le resulta placentero hacerlo. Digo al parecer porque no he visto ninguno de los vídeos que difunden los terroristas esos, ni tampoco pienso hacerlo. Pero es probable que disfrute, porque si no fuera así no lo habría hecho y él ha repetido la experiencia.
Pero tampoco debe creerse el sujeto que es especial, porque algunos con tal de ser especiales no les importa de qué lo son. El caso es que no es especial porque muchos habrían querido estar en su lugar. La gente atroz abunda más de lo que nos gustaría.
El caso es que una vez identificado este terrorista la viuda de una de sus víctimas, Dragana Haines, ha dicho que desea que lo capturen vivo y lo entreguen a la justicia británica. Parece un pensamiento correcto. Un juez inglés sabría explicarle las cosas y luego ya no saldría a la calle jamás, no como en España, en donde los buenistas crecen como la espuma. En cambio, Bethany Haines, hermana de esa misma víctima, David Haines, prefiere un balazo entre los ojos de Mohamed Enwazi, el terrorista de marras. Quizá sea más sano. La viuda dice que si lo mataran en acción tendría una muerte digna, pero la muerte no tiene adjetivos. La dignidad hay que conseguirla en vida. Y esto para un asesino es muy difícil.
Lo civilizado es tenerlo en una cárcel, y dentro de ella respetar sus derechos humanos, que no excluyen que no salga nunca a la calle. Si en el acto de la captura, no hubiera más remedio que disparar, se acabaría el problema para los familiares de sus víctimas, no para la humanidad, puesto que hay muchos como él.
Un acto de suprema crueldad sería encerrarlo en la misma celda con un etarra. De Juana, por ejemplo. Los dos tendrían cada día más odio en sus corazones y más fealdad en el alma.

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