viernes, 15 de febrero de 2008

De la Vega-Pons, sin cuartel

Hay entre los partidos políticos una guerra sucia que delata que no trabajan para los ciudadanos, sino que consideran España como una finca que pretenden controlar durante el tiempo que puedan. Si trabajaran por España no habría tanto juego sucio. Hace poco afloró a la luz pública una recalificación que supuestamente habría favorecido a la familia de Esteban González Pons. Se achaca la filtración al entorno de De la Vega. Como anteriormente se le achacó el de las obras en la vivienda de J. I. Pla. Pons ha replicado en su línea habitual, aprovechando los recursos que le da jugar en casa. Quiere que De la Vega dé a conocer las casas que tiene y las sociedades de las que tiene acciones y que explique, paso a paso, como ha ido logrando cada cosa.
Naturalmente que esa propuesta está muy bien. Queremos saber. Lo que ocurre es que también queremos saber las mismas cosas de Fabra, de Zaplana, de González, de Guerra, de Aznar y de tantos otros.
Pons no pretende favorecer a los españoles proponiendo ese nudismo fiscal mutuo a De la Vega, sino que su intención es la de sacar más votos que ella, hundirla, si puede, electoralmente, para facilitar la victoria del PP.
Lo que necesitamos los ciudadanos es que los políticos guarden las navajas y se muestren un poco más respetuosos con los electores. Que prometan menos regalitos y que se comprometan a administrar mejor el dinero, dejarse de derroches y de aviones privados, suprimir todos los asesores que al final resulta que no sirven para nada, hablando desde el punto de vista del ciudadano, claro.
Probablemente, si gestionan bien el dinero, dé para mucho más.
Cansa también a estas alturas el cuento de las listas cerradas, que quizá fue útil en algún momento. Y ninguno de los partidos tradicionales ofrece hacer cambios en esta cuestión. Quizá a los ciudadanos nos conviniera más, económicamente, que hubiera listas abiertas, pues los diputados tendrían más libertad para denunciar la corrupción. Conviene recordar el caso de aquel diputado que en los primeros tiempos de la democracia fue expulsado de su partido, precisamente, por denunciar la corrupción.

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