Cuando dos personas coinciden al hablar de otra, coinciden en todo lo demás, dejó dicho Ortega y Gasset. Y es que lo más difícil que hay en la vida es enjuiciar a otra persona. Quien lo haga con profundidad y justicia, se enfrentará a las demás cosas con el mismo talante. Quien se refugie en lo facilón optará por lo mismo en el resto de las cosas.
Los que menos confianza tienen en sí mismos forman ideas más vulgares o adocenadas del prójimo. A menudo, ya puede alguien llevar a cabo hazañas impensables para sus juzgadores, que ellos siguen viéndolo como quieren. Uno no es como lo ven los demás, sólo faltaría eso. Cada uno intenta ser aquello que se atreve a soñar y luego los demás pueden acercase más o menos en sus juicios a la realidad.
No es un hombre más que otro si no hace más que otro, dijo Don Quijote, y ahí queda lo que ha hecho el Lute. ¿Cuántos se creen capaces de hacer lo mismo?
Ahora el Lute vuelve a tener problemas con la justicia y los mediocres se cruzarán miradas cómplices, como diciendo “ya lo sabía yo”.
Poco saben ellos de la capacidad de lucha del ser humano, cuando decide no rendirse y defender su dignidad. Luis Herrero cuenta en su libro sobre Adolfo Suárez que éste le comentó que la vida ofrece siempre dos alternativas y que le había aconsejado que eligiera siempre la más difícil. Estoy convencido de que esto es lo que suele hacer el Lute por propia iniciativa, desde siempre. No hay más que ver la cantidad de atolladeros imposibles de los que ha logrado salir.
Sea cual sea la realidad de los hechos, tanto si es culpable como si es inocente, lo que cabe esperar de él es que intente reconducir su vida por todos los medios. Quizá no logre la consideración social que merece, muy superior a la de muchos que son aplaudidos e incluso imitados, pero ya se sabe que no todo el mundo está preparado para apreciar las cosas.
Durante todo el tiempo he estado llamándole “el Lute”, pero es para poder terminar diciendo: Suerte, Don Eleuterio.
Los que menos confianza tienen en sí mismos forman ideas más vulgares o adocenadas del prójimo. A menudo, ya puede alguien llevar a cabo hazañas impensables para sus juzgadores, que ellos siguen viéndolo como quieren. Uno no es como lo ven los demás, sólo faltaría eso. Cada uno intenta ser aquello que se atreve a soñar y luego los demás pueden acercase más o menos en sus juicios a la realidad.
No es un hombre más que otro si no hace más que otro, dijo Don Quijote, y ahí queda lo que ha hecho el Lute. ¿Cuántos se creen capaces de hacer lo mismo?
Ahora el Lute vuelve a tener problemas con la justicia y los mediocres se cruzarán miradas cómplices, como diciendo “ya lo sabía yo”.
Poco saben ellos de la capacidad de lucha del ser humano, cuando decide no rendirse y defender su dignidad. Luis Herrero cuenta en su libro sobre Adolfo Suárez que éste le comentó que la vida ofrece siempre dos alternativas y que le había aconsejado que eligiera siempre la más difícil. Estoy convencido de que esto es lo que suele hacer el Lute por propia iniciativa, desde siempre. No hay más que ver la cantidad de atolladeros imposibles de los que ha logrado salir.
Sea cual sea la realidad de los hechos, tanto si es culpable como si es inocente, lo que cabe esperar de él es que intente reconducir su vida por todos los medios. Quizá no logre la consideración social que merece, muy superior a la de muchos que son aplaudidos e incluso imitados, pero ya se sabe que no todo el mundo está preparado para apreciar las cosas.
Durante todo el tiempo he estado llamándole “el Lute”, pero es para poder terminar diciendo: Suerte, Don Eleuterio.
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