Cuando Lluis Foix se refiere en sus artículos a Zapatero y a Rajoy resulta muy fácil coincidir en lo que dice y lamentarse con él de los políticos que padecemos. Y se disfruta con la argumentación y con los muchos conocimientos del autor y con su experiencia. Pero cuando este mismo columnista se refiere a Maragall, Pujol, Montilla o, incluso, Carod Rovira, la cosa cambia. Alguien que no viva en España y lea sus artículos puede llegar a preguntarse los motivos por los que en España no gobiernan Maragall, Pujol, Montilla o Carod Rovira. Quienes vivimos en España o quienes viviendo fuera siguen de cerca la política española sabemos que las cosas no son así. Por algún motivo, Lluis Foix, amante de lo bucólico, capaz de deleitarse en la contemplación de la recogida de almendras o de aceitunas, de los almendros en flor y de los paisajes nevados, tiene unas gafas diferentes para ver cada cosa. De hecho, creo que sus artículos suyos en los que describe paisajes, sensaciones, quietudes o silencios son mejores que los que dedica a los políticos de su tierra. Es capaz de comprender y disculpar a Maragall, pero no le perdona ninguna a Zapatero y Rajoy puede que le produzca urticaria, cosas éstas dos últimas bastante lógicas, e incluso intercambiables.
Lo que ocurre es que, como es generalmente sabido en España, Maragall, Pujol, Montilla o Carod Rovira son tan botarates como pueda serlo González Pons, o incluso más. González Pons es el conseller sandía (rojo por dentro, verde por fuera), por si alguien no lo recuerda. Es el que con todo el descaro pretende tomar el relevo del inocente González Lizondo, que llevó una naranja al Parlamento. No llevará la sandía sino que dice que piensa inspirarse en él. Pero González Pons es mejor que Maragall, Pujol, Montilla o Carod Rovira, puesto que es consciente de que está engañando a todo el mundo, o a casi todo (a Rambla no), mientras que los otros se creen elegidos por el dedo divino para llevar a cabo una trascendente misión. No comprendo que Lluis Foix los trate tan bien.
Lo que ocurre es que, como es generalmente sabido en España, Maragall, Pujol, Montilla o Carod Rovira son tan botarates como pueda serlo González Pons, o incluso más. González Pons es el conseller sandía (rojo por dentro, verde por fuera), por si alguien no lo recuerda. Es el que con todo el descaro pretende tomar el relevo del inocente González Lizondo, que llevó una naranja al Parlamento. No llevará la sandía sino que dice que piensa inspirarse en él. Pero González Pons es mejor que Maragall, Pujol, Montilla o Carod Rovira, puesto que es consciente de que está engañando a todo el mundo, o a casi todo (a Rambla no), mientras que los otros se creen elegidos por el dedo divino para llevar a cabo una trascendente misión. No comprendo que Lluis Foix los trate tan bien.
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