Se viene comentando, con guasa, la división entre distintos sectores del PP por el asunto del agua. Lo cierto es que los políticos que padecemos en España estropean todo lo que tocan y encima se creen mal pagados. Cuando están de vacaciones no hacen ningún mal. Zapatero, con la irresponsabilidad que le caracteriza, pudo chulearse de que no se había hecho el trasvase y ya no se haría. Ha crecido tal odio entre las Comunidades Autónomas que resulta azaroso dar un paso en cualquier sentido. Pero ahora hay que llevar agua de la desalinizadora de Almería a Barcelona, con lo que se llena de salmuera ese trozo de mar. Los trasvases son malos y las desalinizadoras son malas. Pero los dos partidos principales no fueron capaces de ponerse de acuerdo para hacer ambas. Hay épocas en las que los ríos llevan abundante agua, en las que se podría recoger y guardar la sobrante. Y otras temporadas no quedaría más remedio que recurrir a las desalinizadoras.
Nadie quiere cárceles, basureros, etc., en las proximidades de su domicilio, pero en algún sitio han de estar las cosas. La solidaridad la suelen invocar quienes necesitan, pero a quienes toca dar no les suena bien esa música en ese momento.
Cuando se diseñó el Estado de las Autonomías, se hizo de forma más bien alegre y luego a nadie se le ha ocurrido rectificar los errores, sino que se los ha ido engrandeciendo. No ha habido voluntad de rectificarlos, probablemente, porque para ello había que ponerse de acuerdo con el partido rival y eso no interesa. A los políticos que padecemos no les conviene favorecer a los ciudadanos, sino que piensan en ellos mismos. En el PSOE apartan de mala manera a J.I. Pla cuando ya no les sirve y Rajoy le cierra el paso a Gallardón, sin tener en cuenta la opinión de los votantes, sino la suya propia.
En este mundo de egoísmos exagerados y de sectarismos desatados, nadie se fía de nadie. Esperar que se gobierne buscando la justicia y fomentando la solidaridad es un sueño iluosorio.
Nadie quiere cárceles, basureros, etc., en las proximidades de su domicilio, pero en algún sitio han de estar las cosas. La solidaridad la suelen invocar quienes necesitan, pero a quienes toca dar no les suena bien esa música en ese momento.
Cuando se diseñó el Estado de las Autonomías, se hizo de forma más bien alegre y luego a nadie se le ha ocurrido rectificar los errores, sino que se los ha ido engrandeciendo. No ha habido voluntad de rectificarlos, probablemente, porque para ello había que ponerse de acuerdo con el partido rival y eso no interesa. A los políticos que padecemos no les conviene favorecer a los ciudadanos, sino que piensan en ellos mismos. En el PSOE apartan de mala manera a J.I. Pla cuando ya no les sirve y Rajoy le cierra el paso a Gallardón, sin tener en cuenta la opinión de los votantes, sino la suya propia.
En este mundo de egoísmos exagerados y de sectarismos desatados, nadie se fía de nadie. Esperar que se gobierne buscando la justicia y fomentando la solidaridad es un sueño iluosorio.
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