miércoles, 13 de febrero de 2008

María San Gil (y Franco, como ejemplo)

Cuando se critica a los etarras, sus amigos suelen sacar a relucir a Franco. Ignoran que el mejor y único modo de criticar a otra persona es ser mejor que ella. Los amigos de los etarras no tienen ningún derecho a criticar a nadie.
El autoritarismo está presente en España desde mucho antes de Franco, aunque es cierto que la dictadura no contribuyó a mitigarlo sino a reforzarlo.
María San Gil no puede ser fascista, por más que se empeñen en llamárselo quienes quizá sí lo son, puesto que no respetan su libre elección.
A María San Gil la están tratando de desacreditar en el País Vasco (y a todos los demás políticos que no son nacionalistas también). Si le acercamos la lupa, es seguro que le encontraremos una lista larga de defectos. Y a mí también, sin ir más lejos. Pero María San Gil tiene mucho más mérito que otros, puesto que para ella dedicarse a la política no es un juego, sino que conlleva muchos riesgos y sinsabores. De hecho, ha visto asesinar a su amigo Gregorio Ordóñez y ha estado a punto de ser asesinada ella también. Sin embargo, en el País Vasco no tiene mucho cartel. ¿Es que los vascos no saben reconocer los méritos de las personas? Da la impresión de que valoran más a quienes lo más noble que han hecho en su vida, probablemente, es tratar de disimular su calvicie que a quienes arrostran incomodidades y peligros por su dedicación política.
No deja de tener culpa en lo que ocurre el PSOE, puesto que defenestró a Rosa Díez y Nicolás Redondo, para situar en su lugar a Patxi López, de perfil más nacionalista, con lo que les venía a hacer el juego a los nacionalistas.
La experiencia nos viene demostrando que los nacionalistas no soportan la discrepancia, tratan de violentar por todos los medios a los demás, hasta que logran que con tal de vivir cómodamente adopten su credo.
María San Gil, precisamente, lucha en contra de todos estos modos dictatoriales, a favor de la democracia.

Contra los políticos
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Terrorista
Los que le llamábamos Adolfo
La Comunidad Valenciana y el guirigay nacional
La soledad del juzgador
A sí mismo
¿Cómo habla Dios?

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