Almunia ha pedido al gobierno que tome medidas al margen del diálogo social. Antes de ello conviene examinar cómo se ha llegado a la situación actual. Hay un número de ciudadanos que no se había endeudado o lo había hecho en un grado mínimo y que tampoco consumía más allá de sus posibilidades. No tiene, pues, ninguna culpa con respecto a la crisis. Pero la está pagando, porque muchos de ellos han sido despedidos o han tenido que cerrar sus pequeñas empresas. Esta masa de ciudadanos es, por otra parte, sobre la que se quiere hacer cargar todo el peso de la crisis.
Otro buen número de ciudadanos no fue capaz de resistir los cantos de sirena y se endeudó más de lo debido, se embarcó en compras problemáticas, emprendió un camino sin salida. Ningún alma caritativa les explicó antes que podía ocurrirles esto. Tienen culpa, pero evidentemente la están pagando.
Hay otro grupo compuesto por constructores, banqueros, especuladores, que tienen más culpa que los anteriores. Los banqueros tenían sobre la mesa todos los datos que les indicaban lo que iba a ocurrir, pero ellos querían salir bien en la foto, según el símil que les gusta usar, y el banco que se bajara del tren enloquecido en el que viajaban todos no hubiera salido bien en la foto. Ninguno quiso tomar la medida de forma unilateral y nadie convocó a los demás para tomarla todos a la vez. ¿Temerían que las cajas, por estar mediatizadas por los políticos, se negaran? Ninguno de los directivos de este grupo se ha disculpado, ni ha dimitido y ni siquiera se siente responsable.
El último grupo es el compuesto por los políticos, los que tenían todas las llaves y, por tanto, son los más culpables. Ni convocaron a los bancos, ni a los constructores, ni tomaron medidas que, indirectamente, recondujeran la situación. La construcción presentaba muchas posibilidades para ellos y querían exprimir hasta la última gota, pueblo a pueblo. Ni ha dimitido ningún político, ni se siente responsable ni reduce gastos. Lo que debería exigir el prudente Almunia es que los políticos eliminaran toda esa serie de organismos que no sirven más que para enterrar nuestros impuestos. El dinero que se ahorraría sería suficiente para acabar con la crisis.
Otro buen número de ciudadanos no fue capaz de resistir los cantos de sirena y se endeudó más de lo debido, se embarcó en compras problemáticas, emprendió un camino sin salida. Ningún alma caritativa les explicó antes que podía ocurrirles esto. Tienen culpa, pero evidentemente la están pagando.
Hay otro grupo compuesto por constructores, banqueros, especuladores, que tienen más culpa que los anteriores. Los banqueros tenían sobre la mesa todos los datos que les indicaban lo que iba a ocurrir, pero ellos querían salir bien en la foto, según el símil que les gusta usar, y el banco que se bajara del tren enloquecido en el que viajaban todos no hubiera salido bien en la foto. Ninguno quiso tomar la medida de forma unilateral y nadie convocó a los demás para tomarla todos a la vez. ¿Temerían que las cajas, por estar mediatizadas por los políticos, se negaran? Ninguno de los directivos de este grupo se ha disculpado, ni ha dimitido y ni siquiera se siente responsable.
El último grupo es el compuesto por los políticos, los que tenían todas las llaves y, por tanto, son los más culpables. Ni convocaron a los bancos, ni a los constructores, ni tomaron medidas que, indirectamente, recondujeran la situación. La construcción presentaba muchas posibilidades para ellos y querían exprimir hasta la última gota, pueblo a pueblo. Ni ha dimitido ningún político, ni se siente responsable ni reduce gastos. Lo que debería exigir el prudente Almunia es que los políticos eliminaran toda esa serie de organismos que no sirven más que para enterrar nuestros impuestos. El dinero que se ahorraría sería suficiente para acabar con la crisis.
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