En esta vida, hemos de acostumbrarnos a todo, incluso a cruzarnos por la calle con los votantes del partido de Alfonso Sastre (¿qué necesidad hay de ponerle un adjetivo?), puesto que también ha obtenido votos en la Comunidad Valenciana, cosa nada extraña por otra parte. Por tanto, acostumbrados como estamos a tantas cosas, no nos puede sorprender que alguien a quien El País identifica como miembro de la ejecutiva del PNV proteste por el hecho de que se cediera la palabra a Francisca Hernández, la viuda de Eduardo Puelles.
Sin embargo, este cargo, que prefirió soltar su andanada anónimamente, lo que le permitió poder decir que Francisca Hernández debía estar sedada cuando dijo su discurso, no ha tenido en cuenta que Arzallus, Ibarretxe y otros miembros de su partido no parecen estar en sus cabales cuando hablan. Ni él mismo lo estaba cuando soltó su sandez. Pero nadie va a pensar que han tomado algo, porque su estado natural es ese.
Francisca Hernández dijo lo que sabemos todos, incluso Alfonso Sastre, y no necesitaba inspirarse en nada para decirlo. Simplemente necesitaba libertad. Y de las palabras del tal anónimo se deduce que en caso de mandar Ibarretxe no la hubiera tenido. Anasagasti se ha apresurado a decir que no ha escuchado que nadie del PNV critique a la viuda. Anasagasti no se ha atrevido a decir que El País miente. Dice Anasagasti que suscribe todas las palabras de Francisca Hernández, con lo cual hay que preguntarle por los motivos por los que no se había quejado antes de que se subvencionase a los familiares de los asesinos para que fueran a visitarlos. Quizá responda que entre peinarse y escribir su blog ya no le queda tiempo para más.
Resulta agradable comprobar que el discurso de Francisca Hernández ha puesto de los nervios a algunos. Hay que seguir apoyándola.
Sin embargo, este cargo, que prefirió soltar su andanada anónimamente, lo que le permitió poder decir que Francisca Hernández debía estar sedada cuando dijo su discurso, no ha tenido en cuenta que Arzallus, Ibarretxe y otros miembros de su partido no parecen estar en sus cabales cuando hablan. Ni él mismo lo estaba cuando soltó su sandez. Pero nadie va a pensar que han tomado algo, porque su estado natural es ese.
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