El reportaje sobre la fiesta de Berlusconi guarda mucha similitud con aquel famoso e ilegal vídeo en el que aparecía Pedro J. No he visto ese vídeo porque es evidente que fue hecho de forma traicionera y con ánimo de hacer daño. Sí he visto algunas de las fotos que se han publicado de la fiesta de Berlusconi, pero es porque van en la portada, no hay modo de librarse de ellas.
Se trata de una fiesta privada en una finca privada y, por tanto, poco hay que decir. El reportaje no aporta nada, puesto que para conocer a alguien, y sobre todo si se trata de un personaje público, no es necesario recurrir a tales tretas. La prueba es que las fotos no han sorprendido a nadie, no explican nada que no se supiera o sospechara. Mayor revuelo alcanzó el caso de Bill Clinton, y eso tampoco era nada inesperado.
También pillaron a Luis Roldán en fiestas parecidas, pero fue cuando ya había caído, no cuándo iba para ministro. Si hubiera ocurrido en este último caso, quizá no se hubiera hecho público. Un ciudadano corriente sabe que los poderosos gozan de mucha manga ancha para una gran cantidad de cosas y aunque no le gusta que sea así, no tiene medios para evitarlo.
Los periódicos se quejan del auge de los blogs, dicen que por su culpa tienen menos beneficios, pero en casos como estos se percibe que mientras unos periodistas hacen la pelota, y no a sus lectores precisamente, otros alientan el negocio, recurriendo a los trucos de las televisiones, que programan espacios basura para aumentar la audiencia. Porque el reportaje sobre Berlusconi, si informativamente no aporta nada nuevo ni reseñable, sólo puede entenderse desde la vertiente morbosa. Es el programa basura que aumenta la audiencia de El País.
Se trata de una fiesta privada en una finca privada y, por tanto, poco hay que decir. El reportaje no aporta nada, puesto que para conocer a alguien, y sobre todo si se trata de un personaje público, no es necesario recurrir a tales tretas. La prueba es que las fotos no han sorprendido a nadie, no explican nada que no se supiera o sospechara. Mayor revuelo alcanzó el caso de Bill Clinton, y eso tampoco era nada inesperado.
También pillaron a Luis Roldán en fiestas parecidas, pero fue cuando ya había caído, no cuándo iba para ministro. Si hubiera ocurrido en este último caso, quizá no se hubiera hecho público. Un ciudadano corriente sabe que los poderosos gozan de mucha manga ancha para una gran cantidad de cosas y aunque no le gusta que sea así, no tiene medios para evitarlo.
Los periódicos se quejan del auge de los blogs, dicen que por su culpa tienen menos beneficios, pero en casos como estos se percibe que mientras unos periodistas hacen la pelota, y no a sus lectores precisamente, otros alientan el negocio, recurriendo a los trucos de las televisiones, que programan espacios basura para aumentar la audiencia. Porque el reportaje sobre Berlusconi, si informativamente no aporta nada nuevo ni reseñable, sólo puede entenderse desde la vertiente morbosa. Es el programa basura que aumenta la audiencia de El País.
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