Algunos escriben Ansón y yo creo que hacen bien, se ha ganado la tilde. Quizá fue después de haber accedido a Real Academia Española junto con Juan Luis Cebrián (también podrían haberlo hecho Jaime Campmany y Eduardo Haro Tecglen, o Francisco Umbral y Jaime Siles), cuando dijo, y hace pocos días lo ha repetido, que Felipe González es el político más importante que ha dado el siglo XX español.
Como quien dice una tontería dice dos, probablemente, también fue por aquella época cuando habló de que había habido una conspiración contra Felipe González. No se ha encontrado una explicación lógica a este amor, quizá patético, pero sólo el amor (sin segundas intenciones) explica esta actitud.
Felipe González tuvo un poder inmenso, como nunca antes lo había tenido nadie en España. Mientras Adolfo Suárez se vio obligado a jugarse el tipo día a día, y a hacer una obra de artesanía mientras casi todos lo menospreciaban y desconfiaban de él, Felipe González gozó desde el primer momento del fervor popular y despertó las ilusiones de muchos. Pudo haber reconciliado definitivamente a las dos Españas y lo que hizo fue profundizar en la división, anatematizando a la derecha, porque le interesaba electoralmente. Pudo haber hecho justicia a los damnificados del franquismo, pero no le interesó. Pudo haber fortalecido la democracia y enterró a Montesquieu.
Una de sus primeras decisiones fue un acto puramente dictatorial: la nocturna y alevosa expropiación de Rumasa, que acabó desembocando en el desprestigio del Tribunal Constitucional. A poco de nacer ya nadie confiaba en él. Y es que los hay que tienen varias varas de medir y miden a Adolfo Suárez, por ejemplo, con la más cortita de todas, quizá porque no se plegó a sus pies, acaso porque no les concedió ningún privilegio. Adolfo Suárez venía de la dictadura y tenía modales de dictador, pero al final resultó ser el más demócrata de todos, porque era mejor persona que ellos.
Como quien dice una tontería dice dos, probablemente, también fue por aquella época cuando habló de que había habido una conspiración contra Felipe González. No se ha encontrado una explicación lógica a este amor, quizá patético, pero sólo el amor (sin segundas intenciones) explica esta actitud.
Felipe González tuvo un poder inmenso, como nunca antes lo había tenido nadie en España. Mientras Adolfo Suárez se vio obligado a jugarse el tipo día a día, y a hacer una obra de artesanía mientras casi todos lo menospreciaban y desconfiaban de él, Felipe González gozó desde el primer momento del fervor popular y despertó las ilusiones de muchos. Pudo haber reconciliado definitivamente a las dos Españas y lo que hizo fue profundizar en la división, anatematizando a la derecha, porque le interesaba electoralmente. Pudo haber hecho justicia a los damnificados del franquismo, pero no le interesó. Pudo haber fortalecido la democracia y enterró a Montesquieu.
Una de sus primeras decisiones fue un acto puramente dictatorial: la nocturna y alevosa expropiación de Rumasa, que acabó desembocando en el desprestigio del Tribunal Constitucional. A poco de nacer ya nadie confiaba en él. Y es que los hay que tienen varias varas de medir y miden a Adolfo Suárez, por ejemplo, con la más cortita de todas, quizá porque no se plegó a sus pies, acaso porque no les concedió ningún privilegio. Adolfo Suárez venía de la dictadura y tenía modales de dictador, pero al final resultó ser el más demócrata de todos, porque era mejor persona que ellos.
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