Cuando se trata de criticar al rival cualquier cosa que parezca razonable sirve. El odio es uno de los sentimientos más útiles, si no el que más, para los manipuladores. Es cierto que se pagan cantidades irrazonables en el mundo del deporte, pero no sólo lo hace el Real Madrid. Cualquier persona que asista o contemple por televisión un evento deportivo de alto nivel es contribuyente del sistema. Pero contribuye mucho más el presidente de uno de los clubes con mayor presupuesto del mundo. Por tanto, una vez examinado el asunto, la crítica que en un principio parecía razonable resulta ser hipócrita.
Tiempo atrás, era el Barcelona el club manirroto. Fichó por una cantidad desorbitada a un astro mundial. Quizá fue Maradona. El ministro de Economía se permitió criticarlo, de forma impremeditada porque el sistema lleva a ello. El presidente del Barcelona, muy ufano, hizo las cuentas ante los telespectadores. Antes de hacer el fichaje, había traspasado a otro jugador, por lo que había que descontar el precio de éste del fichaje de aquel; pero es que, además, el fichaje iba a reportar tanto dinero por esto, tanto más por aquello, y otro tanto por otro concepto. Al final, según sus cuentas, el fichaje le había salido gratis, por lo que ya no pudo contener la risa y trató de tonto al ministro por no darse cuenta. Probablemente, el Barcelona ha hecho fichajes más caros aún con posterioridad, engrandeciendo la espiral, que todavía no cabe pensar que haya llegado al máximo.
Mientras el nivel educativo baja, las ansias en torno al deporte crecen. Son tan grandes las esperanzas que se ponen en los ídolos deportivos, con las consiguientes exigencias que, como consecuencia, el control antidopaje llega a ser agobiante. Algún día habrá tal cantidad de juguetes rotos que no quedará más remedio que decir basta.
Tiempo atrás, era el Barcelona el club manirroto. Fichó por una cantidad desorbitada a un astro mundial. Quizá fue Maradona. El ministro de Economía se permitió criticarlo, de forma impremeditada porque el sistema lleva a ello. El presidente del Barcelona, muy ufano, hizo las cuentas ante los telespectadores. Antes de hacer el fichaje, había traspasado a otro jugador, por lo que había que descontar el precio de éste del fichaje de aquel; pero es que, además, el fichaje iba a reportar tanto dinero por esto, tanto más por aquello, y otro tanto por otro concepto. Al final, según sus cuentas, el fichaje le había salido gratis, por lo que ya no pudo contener la risa y trató de tonto al ministro por no darse cuenta. Probablemente, el Barcelona ha hecho fichajes más caros aún con posterioridad, engrandeciendo la espiral, que todavía no cabe pensar que haya llegado al máximo.
Mientras el nivel educativo baja, las ansias en torno al deporte crecen. Son tan grandes las esperanzas que se ponen en los ídolos deportivos, con las consiguientes exigencias que, como consecuencia, el control antidopaje llega a ser agobiante. Algún día habrá tal cantidad de juguetes rotos que no quedará más remedio que decir basta.
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