El juez Baltasar Garzón, en quien el filósofo Gustavo Bueno ha detectado el “complejo de Jesucristo”, está inmerso en tres procesos judiciales, de los que presumiblemente saldrá con bien, dado el empeño que hay de salvarlo de las “garras” de los jueces, empeño en el que participa hasta el propio presidente del gobierno.
El juez Garzón se atrevió con Pinochet, lo que le proporcionó gran fama mundial, y con Franco (después de muerto), pero todavía no ha hecho lo mismo con Chávez, Castro o Mohamed, y no será porque no le hayan dado motivos. Es más, tiene ante sus ojos otro motivo para salir a la palestra y volver al plano de la actualidad, que tanto le gusta: un juez de Nueva Jersey, después de que su antecesor ya lo hiciera, se ha burlado de los jueces españoles. ¿Cómo es que no ha saltado de inmediato? Sí lo hicieron Javier Nart y el ex magistrado del Supremo F. Javier Sánchez Pego.
La cuestión es que quienes salen en defensa de Garzón, y lo hacen en tropel, alegan que los fascistas lo quieren condenar, o que son los corruptos quienes le han denunciado. De todo este proceso en defensa de Garzón, en el que intervienen tantos medios y tantos personajes queda claro que ninguno de ellos confía en la justicia. Es grave en el caso del presidente (que tampoco ha tenido arrestos para decirle al gobierno de Estados Unidos que debe cumplir con los Tratados que firma, quizá porque él también incumplió el suyo al salir precipitadamente de Irak), al tratar de interferir en la labor de los jueces. Tampoco los medios, inmersos como estamos en una crisis grave, que no afecta sólo al ámbito financiero, sino que se ve que nuestra democracia no tiene respuesta para los problemas planteados, hacen bien al despreciar a su vez la labor judicial.
Lo que nos interesa a los ciudadanos, por supuesto, es que prevalezca la justicia.
El juez Garzón se atrevió con Pinochet, lo que le proporcionó gran fama mundial, y con Franco (después de muerto), pero todavía no ha hecho lo mismo con Chávez, Castro o Mohamed, y no será porque no le hayan dado motivos. Es más, tiene ante sus ojos otro motivo para salir a la palestra y volver al plano de la actualidad, que tanto le gusta: un juez de Nueva Jersey, después de que su antecesor ya lo hiciera, se ha burlado de los jueces españoles. ¿Cómo es que no ha saltado de inmediato? Sí lo hicieron Javier Nart y el ex magistrado del Supremo F. Javier Sánchez Pego.
La cuestión es que quienes salen en defensa de Garzón, y lo hacen en tropel, alegan que los fascistas lo quieren condenar, o que son los corruptos quienes le han denunciado. De todo este proceso en defensa de Garzón, en el que intervienen tantos medios y tantos personajes queda claro que ninguno de ellos confía en la justicia. Es grave en el caso del presidente (que tampoco ha tenido arrestos para decirle al gobierno de Estados Unidos que debe cumplir con los Tratados que firma, quizá porque él también incumplió el suyo al salir precipitadamente de Irak), al tratar de interferir en la labor de los jueces. Tampoco los medios, inmersos como estamos en una crisis grave, que no afecta sólo al ámbito financiero, sino que se ve que nuestra democracia no tiene respuesta para los problemas planteados, hacen bien al despreciar a su vez la labor judicial.
Lo que nos interesa a los ciudadanos, por supuesto, es que prevalezca la justicia.
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