En el caso, nada improbable por lo que se ve, de que Jaume Matas sea condenado, habrá que convenir en que sin la complicidad o el silencio de otros no hubiera podido llevar a cabo todas esas cosas de las que se le acusa. Hay que volver de nuevo al deficiente diseño de nuestro sistema político, teniendo en cuenta que los artífices todavía se vanaglorian de ello, evidenciando una total falta de capacidad autocrítica.
No sólo está mal diseñado, sino que luego quienes lo desarrollan demuestran una total imprudencia. No hay más que recordar que Alonso Puerta fue el primer y último denunciante de un caso de corrupción en el propio partido. A ningún partido se le ocurrió fomentar, o consentir al menos, las denuncias contra la corrupción propia.
Por otro lado, es preferible un buen político con un mal programa, a un mal político con un buen programa. Un buen político, para serlo, ha de ser honrado. Un buen político, aunque su programa no sea el mejor, intentará sacar lo mejor de él. Un mal político estropea todo lo que tiene entre manos, por bueno que sea en un principio. Por tanto, conviene fijarse en las personas y no en los partidos. Sin embargo, se empuja hacia el sectarismo, de modo que todo lo del propio partido es bueno y lo de los rivales es malo.
Este estado de cosas es el que hace posible el caso Matas. ¿Por qué nuestra democracia no fue capaz de cortarlo antes? Ningún político del propio partido dijo nada, presumiblemente porque no se atrevió, y ningún político de la oposición lo denunció tampoco. Estas cosas han ocurrido más veces, en todos los partidos y da la impresión de que cada partido toma las medidas por su cuenta, de forma interna, y sin que se sepa cuáles son. Todavía no se han reunido entre todos para proponer una solución conjunta. Se conoce que esto último no les convence.
No sólo está mal diseñado, sino que luego quienes lo desarrollan demuestran una total imprudencia. No hay más que recordar que Alonso Puerta fue el primer y último denunciante de un caso de corrupción en el propio partido. A ningún partido se le ocurrió fomentar, o consentir al menos, las denuncias contra la corrupción propia.
Por otro lado, es preferible un buen político con un mal programa, a un mal político con un buen programa. Un buen político, para serlo, ha de ser honrado. Un buen político, aunque su programa no sea el mejor, intentará sacar lo mejor de él. Un mal político estropea todo lo que tiene entre manos, por bueno que sea en un principio. Por tanto, conviene fijarse en las personas y no en los partidos. Sin embargo, se empuja hacia el sectarismo, de modo que todo lo del propio partido es bueno y lo de los rivales es malo.
Este estado de cosas es el que hace posible el caso Matas. ¿Por qué nuestra democracia no fue capaz de cortarlo antes? Ningún político del propio partido dijo nada, presumiblemente porque no se atrevió, y ningún político de la oposición lo denunció tampoco. Estas cosas han ocurrido más veces, en todos los partidos y da la impresión de que cada partido toma las medidas por su cuenta, de forma interna, y sin que se sepa cuáles son. Todavía no se han reunido entre todos para proponer una solución conjunta. Se conoce que esto último no les convence.
No hay comentarios:
Publicar un comentario