O sea, tomando carrerilla cuesta abajo. No están muy lejanos los tiempos, si no han llegado aún en que cuando alguien vea venir a un político se cambie de acera. Y todavía no se ha llegado a este punto es porque en España las recomendaciones se cotizan muy alto. La gente piensa que conviene llevarse bien con los políticos, porque nunca se sabe si se les va a necesitar en algún momento.
La última encuesta del CIS deja las cosas muy claras. Los ciudadanos han puntuado a los políticos con un 2,87, siendo la escala del uno al diez. Un suspenso rotundo, que desmiente el tremendo éxito que parecen tener cuando al asomarse a algún sitio y ven la gran cantidad de gente que les quiere saludar. Que la gente tenga mala opinión de ellos no significa que renuncie a los posibles beneficios que pueda lograr tratándoles.
Llama la atención, por otra parte, el conformismo con que la clase política asume esta evidencia. Es como si estuviera atada de pies y manos, cosa que, por otra parte, es lo que ocurre. Son muy pocos los que tienen capacidad para decidir y a los demás les queda la opción de tomarlo o dejarlo. Este sistema político no permite que las personas demuestren su capacidad, ni sus presumibles deseos de servir a los ciudadanos, sino que les empuja a desarrollar el arte de acomodarse a los deseos de sus superiores y de adivinar todos sus gestos y estados de ánimo.
Sin embargo, en España hay muchas cosas que hacer. No es justo que los políticos empleen todo su potencial en hacer creer a sus superiores que son muy grandes. Podrían dejar que sus superiores demostraran sus cualidades por sí mismos, y tratar de arreglar todos los entuertos que han ido haciendo a lo largo de los últimos años.
La última encuesta del CIS deja las cosas muy claras. Los ciudadanos han puntuado a los políticos con un 2,87, siendo la escala del uno al diez. Un suspenso rotundo, que desmiente el tremendo éxito que parecen tener cuando al asomarse a algún sitio y ven la gran cantidad de gente que les quiere saludar. Que la gente tenga mala opinión de ellos no significa que renuncie a los posibles beneficios que pueda lograr tratándoles.
Llama la atención, por otra parte, el conformismo con que la clase política asume esta evidencia. Es como si estuviera atada de pies y manos, cosa que, por otra parte, es lo que ocurre. Son muy pocos los que tienen capacidad para decidir y a los demás les queda la opción de tomarlo o dejarlo. Este sistema político no permite que las personas demuestren su capacidad, ni sus presumibles deseos de servir a los ciudadanos, sino que les empuja a desarrollar el arte de acomodarse a los deseos de sus superiores y de adivinar todos sus gestos y estados de ánimo.
Sin embargo, en España hay muchas cosas que hacer. No es justo que los políticos empleen todo su potencial en hacer creer a sus superiores que son muy grandes. Podrían dejar que sus superiores demostraran sus cualidades por sí mismos, y tratar de arreglar todos los entuertos que han ido haciendo a lo largo de los últimos años.
1 comentario:
Si, es una lástima que los elegidos como representantes del pueblo actúen en esa forma tan cómoda, pero esta conducta está afianzada porque nosotros los electores no reconocemos nuestra potestad de ver la representación como control exigiendo rendición de cuentas de lo que hacen respecto a las propuestas esgrimidas cuando se lanzaron como candidatos en las elecciones ciudadanas...
Solamente en las siguientes elecciones se podrán evidenciar el castigo o premio que se les dará a esos candidatos o partidos que traicionaron sus planes propuestas.
Publicar un comentario