Según los datos que da a conocer Lidia Falcón, en un artículo publicado ayer por El Periódico, Alemania, que tiene 80 millones de habitantes, cuenta con 59000 jueces, con sus auxiliares y oficinas. En España hay 4700 jueces en total. Pero es que además añade que las leyes procedimentales dejan mucho que desear y que en la justicia se siguen utilizando los métodos de comunicación tradicionales, o sea, agentes judiciales que viajan en autobús para entregar citaciones judiciales, etc.
De modo que aquí tenemos la cuestión. Quien haya entrado en alguno de los muchos Congresos de los Diputados que hay en España, habrá visto todos los adelantos técnicos con que cuentan Sus Señorías, sin olvidad las comodidades, total para que aprieten con el dedito el botón que se les indica. Y no sólo hay que tener en cuenta cómo se montan los políticos sus asuntos (en Valencia, se gastaron un millón y medio de euros en una cafetería que luego no usan, porque el menú subvencionado que sirven allí les parece poco, aunque la subvención la hemos de pagar de todos modos), sino también cómo crece el número de los políticos. Si jueces hay muy pocos, políticos los hay en demasía (a raíz de un Estatuto que nadie pedía, y que sirvió para colar de rondón a la fenicia y onerosa Academia Valenciana de la Lengua) el número de diputados valencianos aumentó en diez unidades. Si tenemos que lo mejor se les da a los políticos actuales es crear problemas donde no los había, los ciudadanos no podemos estar de enhorabuena precisamente.
Sin justicia no puede haber democracia. Y en las condiciones descritas pedir justicia es como pedir peras al olmo. La justicia y la educación son los dos pilares sobre los que debe construirse una nación. Pero a la justicia se la arrincona (y se la presiona y se la politiza al quitarle la independencia) y a los escolares se les adoctrina.
De modo que aquí tenemos la cuestión. Quien haya entrado en alguno de los muchos Congresos de los Diputados que hay en España, habrá visto todos los adelantos técnicos con que cuentan Sus Señorías, sin olvidad las comodidades, total para que aprieten con el dedito el botón que se les indica. Y no sólo hay que tener en cuenta cómo se montan los políticos sus asuntos (en Valencia, se gastaron un millón y medio de euros en una cafetería que luego no usan, porque el menú subvencionado que sirven allí les parece poco, aunque la subvención la hemos de pagar de todos modos), sino también cómo crece el número de los políticos. Si jueces hay muy pocos, políticos los hay en demasía (a raíz de un Estatuto que nadie pedía, y que sirvió para colar de rondón a la fenicia y onerosa Academia Valenciana de la Lengua) el número de diputados valencianos aumentó en diez unidades. Si tenemos que lo mejor se les da a los políticos actuales es crear problemas donde no los había, los ciudadanos no podemos estar de enhorabuena precisamente.
Sin justicia no puede haber democracia. Y en las condiciones descritas pedir justicia es como pedir peras al olmo. La justicia y la educación son los dos pilares sobre los que debe construirse una nación. Pero a la justicia se la arrincona (y se la presiona y se la politiza al quitarle la independencia) y a los escolares se les adoctrina.
1 comentario:
Todas las comparaciones son odiosas.
¡Viva Monetesquieu!
Aunque la separación de poderes no es esto
Federica
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