jueves, 8 de abril de 2010

A propósito de Seseña

La Constitución española, ese prodigio que ha llevado a que los episodios de corrupción se sucedan, a que los políticos gasten el dinero como se les antoja, lo que también cabría calificar como corrupción, a que los ciudadanos sean tratados como forofos, a la compraventa de apoyos parlamentarios, etc., establece que las penas de cárcel han de estar orientadas a la reinserción y no a la venganza.
Los “padres de la patria” no sólo eran irresponsables, sino que además se creían unos santos. He aquí que ellos no quieren venganza. Pero la misión de ellos, y de quienes mandaban de ellos, era la de procurar el mejor sistema posible para la sociedad por la que trabajaban y también la de proporcionarle los mejores mecanismos de defensa. Querer la reinserción de los delincuentes es muy bonito. Es cierto que la vida no ofrece las mismas oportunidades a todos y que muchos delincuentes son, con toda probabilidad, mejores personas que otras que han logrado encumbrarse en la sociedad. Pero no se puede generalizar. Hay otros que han cruzado el umbral y, por tanto, es prácticamente imposible que logren reinsertarse. Están condenados a ser unos canallas durante el resto de sus vidas.
En lo que respecta a los menores, el sistema penal español tampoco da una respuesta correcta. La presunta asesina de Seseña pudo haber planificado y ejecutado el crimen fríamente. No sabemos lo que hubiera hecho si el Código Penal le hubiera inspirado algún temor. No sé si habría que endurecer las penas a menores o perfeccionar la ley, de modo que ciertos crímenes fueran tratados adecuadamente.
Los legisladores pueden suponen que todo el mundo es bueno, pero la experiencia demuestra que el único freno para algunos es la ley. Y si creen que van a quedar impunes, ni la ley les sirve de freno. Y saben bordearla o sobrepasarla “sólo un poquito”.

No hay comentarios: