La política de hoy en día es una fuente inagotable de sorpresas. Ha dicho nada menos que lo siguiente: "Nuestros adversarios, no sé si por ignorancia o prepotencia, o por las dos cosas a la vez, casi dan por ganadas las elecciones. Qué poco conocen a los socialistas, qué poco conocen a los catalanes, y qué poco que me conocen a mí. Nos acabamos de poner ahora en marcha", según viene publicado en La Vanguardia.
¿Es que los socialistas no son personas como las demás? Es como si en el momento de nacer, el ginecólogo diera una mirada a la criatura y, si se diera el caso, enseguida dijera a la madre: enhorabuena señora, ha dado usted a luz a una criatura socialista. Curiosa manera esta de insinuar que un socialista, por el mero hecho de serlo, ya está libre culpa, ya es una persona ejemplar. En cuanto a conocerle a él, pues sí: aunque no le guste, aquí nos conocemos todos. Esta frase sigue siendo válida. Es público y notorio su egoísmo. Cuando se le dice: no quieras para ti lo que no quieres para los demás, le entra por un oído y le sale por el otro. Si tuviera vergüenza, hubiera dimitido; lo que ocurre es que la vergüenza no es un valor que cotice entre la clase política, más bien es un impedimento. Véase el descaro con el que presiona al Tribunal Constitucional. Si no respetan a las instituciones quienes cobran de ellas, ¿con qué derecho se nos obliga a los demás a obedecerlas? La política española se ha convertido en el patio del Monipodio, y es que las cosas no podían ser de otra manera. Montilla es uno más y la prueba es que hasta cuando dice los disparates más gordos está arropado. Pues sí sabemos lo que es capaz de hacer el personaje. Nada bueno, por supuesto.
¿Es que los socialistas no son personas como las demás? Es como si en el momento de nacer, el ginecólogo diera una mirada a la criatura y, si se diera el caso, enseguida dijera a la madre: enhorabuena señora, ha dado usted a luz a una criatura socialista. Curiosa manera esta de insinuar que un socialista, por el mero hecho de serlo, ya está libre culpa, ya es una persona ejemplar. En cuanto a conocerle a él, pues sí: aunque no le guste, aquí nos conocemos todos. Esta frase sigue siendo válida. Es público y notorio su egoísmo. Cuando se le dice: no quieras para ti lo que no quieres para los demás, le entra por un oído y le sale por el otro. Si tuviera vergüenza, hubiera dimitido; lo que ocurre es que la vergüenza no es un valor que cotice entre la clase política, más bien es un impedimento. Véase el descaro con el que presiona al Tribunal Constitucional. Si no respetan a las instituciones quienes cobran de ellas, ¿con qué derecho se nos obliga a los demás a obedecerlas? La política española se ha convertido en el patio del Monipodio, y es que las cosas no podían ser de otra manera. Montilla es uno más y la prueba es que hasta cuando dice los disparates más gordos está arropado. Pues sí sabemos lo que es capaz de hacer el personaje. Nada bueno, por supuesto.
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