He de comenzar diciendo que eres mi columnista de Diario de Sevilla favorito. Me gustan tus escritos y a veces los difundo. Pero empezaste tu columna del sábado pasado sumergiéndote en lo políticamente correcto. Es posible que esta nefasta moda naciera en Estados Unidos, tu país.
Lo políticamente correcto impide que se le llame negro a un negro, cuando la maldad no está en la palabra, sino en la intención con la que se dice. Por otro lado, utilizar esta palabra como insulto es signo de inequívoca estupidez. Los eufemismos, por otra parte, sirven para esconder los problemas, no para resolverlos. Natalia Ginzburg, en su ensayo titulado “Del aborto”, lo dice bien claro: “Cuando se quiere y se pide algo, es necesario llamarlo por su verdadero nombre. Me parece hipócrita afirmar que abortar no es matar. Abortar es matar.”
En el citado artículo afirmas que en Estados Unidos los carniceros trabajan tras puertas cerradas, y que las carnes se presentan envasadas y limpias en los supermercados, de modo que parece que salgan de la nada. En cambio, en Sevilla, al ver la paleta de cerdo en tu cocina reparas en que eres un animal que come otros animales, sensación que no te acaba de agradar. ¿Es que los estadounidenses son menos crueles que los españoles? En España se torean toros, una fiesta en la que hay sangre, dolor, riesgo y arte, y el matador suele cobrar mucho dinero por cada actuación. En Estados Unidos se matan personas y quizá haya cola para obtener la plaza de verdugo. Y si en lugar de pagar 150 dólares por cada ejecución se pagaran mil la cola podría ser kilométrica. Admito que en España también, si la pena de muerte fuera legal. Esconder las cosas no tiene el porqué ser un signo de civilización. Al final, llegaremos a pensar, como aquel ministro de Agricultura, que los melones cuelgan de los árboles. O que todo, las peras, los filetes, los besugos, los huevos, surgen por generación espontánea en las estanterías.
Lo políticamente correcto impide que se le llame negro a un negro, cuando la maldad no está en la palabra, sino en la intención con la que se dice. Por otro lado, utilizar esta palabra como insulto es signo de inequívoca estupidez. Los eufemismos, por otra parte, sirven para esconder los problemas, no para resolverlos. Natalia Ginzburg, en su ensayo titulado “Del aborto”, lo dice bien claro: “Cuando se quiere y se pide algo, es necesario llamarlo por su verdadero nombre. Me parece hipócrita afirmar que abortar no es matar. Abortar es matar.”
En el citado artículo afirmas que en Estados Unidos los carniceros trabajan tras puertas cerradas, y que las carnes se presentan envasadas y limpias en los supermercados, de modo que parece que salgan de la nada. En cambio, en Sevilla, al ver la paleta de cerdo en tu cocina reparas en que eres un animal que come otros animales, sensación que no te acaba de agradar. ¿Es que los estadounidenses son menos crueles que los españoles? En España se torean toros, una fiesta en la que hay sangre, dolor, riesgo y arte, y el matador suele cobrar mucho dinero por cada actuación. En Estados Unidos se matan personas y quizá haya cola para obtener la plaza de verdugo. Y si en lugar de pagar 150 dólares por cada ejecución se pagaran mil la cola podría ser kilométrica. Admito que en España también, si la pena de muerte fuera legal. Esconder las cosas no tiene el porqué ser un signo de civilización. Al final, llegaremos a pensar, como aquel ministro de Agricultura, que los melones cuelgan de los árboles. O que todo, las peras, los filetes, los besugos, los huevos, surgen por generación espontánea en las estanterías.
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