Y es lógico no lo haga, dimitiendo, como sí hizo Suárez, puesto que éste ya había hecho lo principal de su tarea, aquello para lo que se llevaba preparando muchos años. Adolfo Suárez ya sabía que la parte suya de la Transición había sido hecha de forma impecable y que ese mérito ya no se lo iba a quitar nadie. Podía irse, pues, disgustado por tanta puñalada trapera como le daban, pero satisfecho por su labor.
En el caso de Zapatero es al revés, no puede irse satisfecho por nada porque el desastre que ha propiciado es antológico y difícilmente superable, aunque todo puede ser; en cuanto a las puñaladas, es él quien las da, no se priva de nada. Lógico es entonces que quiera aferrarse al cargo, pues ya que no va a ser recordado por nada bueno, querrá, por lo menos dejar pasar el tiempo, por si vuelve a tener suerte. Dice Peces-Barba (contentas están las víctimas del terrorismo de no tener que soportarlo más) que la historia redimirá a Zapatero, como está ocurriendo con Felipe González. Se equivoca Peces-Barba, a quien está redimiendo la historia es a Adolfo Suárez, la distancia permite apreciar en toda su magnitud el mérito de su labor. Lo que ocurre con González, precisamente, es que Zapatero lo está haciendo bueno. Pero no demasiado, porque muchos socialistas no le perdonarán jamás que los desengañara de tal manera. Tenía sus propios planes y no le pareció urgente rehabilitar o compensar a los represaliados del franquismo, con lo cual le ha dado oportunidad a Zapatero para que haga otra de las suyas.
Zapatero, por otra parte, parece un fiel imitador de Franco. Maneja el partido con puño de hierro. De ahí que haya conseguido colocar a Pajín, a Blanco, a Corbacho, a Aído, etc. De ahí que el partido no pueda forzar su dimisión.
'Tiempo de vida' 'Bajo toda la lluvia del mundo'
'¿Quiere usted hablar mejor?'
'Sabiduría esencial'
'La llave del secreto'
'El estupor y la maravilla'
'Mil millones de mejillones'
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