Fue Charles De Gaulle quien dijo que sería la Europa de las patrias o no sería. Lo malo es que dijo lo que muchos piensan, y así estamos ahora, con problemas graves que requieren unidad de acción para enfrentarlos y sin poder llevar a cabo esa política común por culpa de las patrias. Cada patria actúa egoístamente con respecto a las demás y al final resultan perjudicados los ciudadanos de todas.
El deseo de proteger a una lengua, la francesa, la alemana, la española, o la que sea, por citar una de las más grandes preocupaciones de los nacionalistas, no debería en ningún caso ir en contra de los ciudadanos. La mejor patria es la justicia, yo no puedo defender las injusticias que ha cometido España, aunque eso no significa que no me sienta español, ni que no pueda estar orgulloso de las cosas que ha hecho bien. Pero lo fundamental es la suerte de todos y en los tiempos actuales, en los que la técnica ha convertido al mundo en una aldea, los problemas no se pueden encarar de modo distinto en cada sitio, por lo que se impone ir hacia una Unión Europea de verdad, y del modo más rápido posible.
Como es lógico pensar, sería contraproducente y costoso hacer esfuerzos para proteger alguna lengua, habría que dejar que los estudiantes eligieran las que más se les acomodaran. Habría que tener en cuenta la historia, como es lógico. Hay que saber de dónde venimos para no fallar en nuestro intento de ir a donde queremos, pero el pasado no debe condicionar el futuro. Lo primordial, a mi juicio, de la Unión Europea debería ser el ideario con el que se construye. Un ideario decente y rotundamente demócrata es la mejor arma para afrontar los records que se avecinan. El tiempo de De Gaulle ya pasó. Hay que abogar por la casa común europea.
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