En España, los políticos están muy mal vistos por los ciudadanos. Eso es lo que se desprende de los estudios y encuestas que se hacen sobre el particular. Ellos pueden pensar lo contrario, puesto que probablemente siempre están rodeados de gente que les anima y les dice cosas; pero no deben engañarse, las cosas son así porque en España al poder se le rinde un culto reverencial, única manera a menudo de lograr ayuda para resolver los propios problemas.
El Sistema español, establecido tras la muerte de Franco, da muestras de haber llegado al final del camino. Los partidos políticos se guardaron el poder para sí, en lugar de devolvérselo a los ciudadanos, sus legítimos dueños, y ya se sabe que el poder corrompe. Esa es exactamente la idea que tienen los ciudadanos de los partidos, que están absolutamente corrompidos. Para empeorar las cosas, concedieron demasiadas ventajas a los partidos nacionalistas, esa plaga. No bastaba con reconocerles el derecho a estar en unas condiciones justas y ecuánimes, había que darles ventaja. El resultado remite a la corrupción total, no a la que se sospecha, sino a la peor de todas, a la que lleva a cabo a ojos vistas y acaba teniéndose por normal, porque no hay modo de evitarla. Para los ciudadanos no.
El problema es que son los propios políticos los únicos que tienen la potestad de cambiar las cosas, para los ciudadanos no hay más opción que la de abstenerse de votar, con el fin de no participar en este juego. Los políticos se pasan el tiempo hablando de Franco, queriendo desenterrar a Franco, queriendo pasar por buenos a costa de Franco, pero no sueltan el poder recibido de Franco a través del Rey, ni demuestran ser mejores que Franco, porque votan lo que les ordenan, aunque vaya en contra de sus convicciones. Esto, en sí mismo, es corrupción.
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