Si nos remontamos un poco en el tiempo podemos recordar que a finales de 2008 se decía “Feliz 2010, porque el 2009 está jodido”. Y ahora que ya se han acabado los dos, el 2009 y el 2010, aquella pretensión se muestra como claramente ingenua. Un malasombra, que previamente había derrochado ingentes cantidades de dinero, nos ha quitado un café, dice él. O prescindimos del café o apagamos la luz. Por supuesto que él, ni sus congéneres, va a prescindir del café ni de la luz.
Zapatero, que ha bajado el sueldo a los funcionarios, ha congelado las pensiones, ha subido la luz, etc., defiende su política social. Lo que ocurre con Zapatero es que se cree lo que dice, aunque un cuarto de hora antes haya dicho exactamente lo contrario. Pero nadie más le cree. A estas alturas es imposible. Es preocupante que el PSOE no haya sido capaz de sustituirlo.
El problema es que lo que se ve por el otro lado, el del PP, tampoco invita al optimismo. No es que Rajoy no haya sido capaz hasta el momento de hacer caer a un gobierno tan catastrófico como el que tenemos, es que tampoco ha sido capaz de destituir a Carlos Fabra, ni a otros que se han demostrado indignos de los cargos que ocupan, ni tampoco supo explicar a Francisco Camps, cuando aún era tiempo, que la burbuja inmobiliaria tenía que estallar un día u otro. De modo que poco puede reprocharle Rajoy a Zapatero con respecto a su gestión de la crisis, puesto que allí en donde tiene responsabilidad su partido la deuda es descomunal. Las deudas en las que incurren los políticos las suelen pagar los pobres, esos por los que todos dicen preocuparse tanto (aunque luego a quienes invitan a comer es a los ricos).
Así las cosas, mientras perdure esta dictadura de partidos, no pienso volver a votar.
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