El asunto de los controladores, que todavía no se ha acabado, habrá sido resuelto al final del peor modo de entre todos los posibles. Pero no sería extraño que Pepiño tildara como astucia lo que no es más que incompetencia. Suya, desde luego.
El conflicto del gobierno con los controladores viene de tiempo atrás y, con toda seguridad, procede de una mala planificación, acaso de gobiernos anteriores, y que probablemente requería un pacto de Estado entre los partidos para resolver la situación de una vez por todas. Es decir, planificar las cosas para que no pudiera volver a ocurrir. Sin embargo, se ha optado por la confrontación directa, por probar a ver quién es más listo o más fuerte. Los perjudicados de todo este embrollo han sido los viajeros que no han podido viajar y la nación en general, por las cuantiosas pérdidas que se han producido.
Como consecuencia de todo ello, se van a producir, o se han presentado ya, una serie de querellas dirigidas en primera instancia contra los controladores, aunque bien pudiera ser que los jueces también vieran responsabilidad en el Estado, en cuyo caso los ciudadanos, que ya hemos soportado las pérdidas habidas, tendríamos que cargar, también, con las cuantiosas indemnizaciones. No entiendo absolutamente nada de leyes, y si no puedo decir que absolutamente nada, diré que aproximadamente nada, sin embargo, sí que he leído lo que ha escrito el profesor Rafael Fontán en su blog, sobre la cuestión. Ya había una ley, nada menos que de 1964, que podía ser aplicada. Es posible que los abogados de los querellantes lo sepan, con lo cual es posible que puedan ampliar sus querellas hacia el gobierno, para tener la seguridad de que iban a cobrar la totalidad de las indemnizaciones que piden. La pregunta es: ¿Pepiño podría haber hecho las cosas de otra manera? ¿Se hubiera evitado la huelga con ello?
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