Los políticos nos han tomado por el pito del sereno a los ciudadanos. Se sienten estrellas y nos tratan como si fuéramos admiradores suyos que nos movemos al compás de su música. A lo mejor, luego nos dicen que el poder reside en el pueblo y que ellos son nuestros representantes. Pero del dicho al hecho va un trecho y su comportamiento señala lo anteriormente señalado.
Antes de las pasadas elecciones, González Pons fue a Benidorm a desacreditar a Gema Amor, a la que hasta poco antes había alabado. ¿Es que los ciudadanos han de creerle si dice que Gema Amor es buena y han de volver a creerle días más tarde si cambia de opinión y dice que es mala? Los ciudadanos no son funcionarios a las órdenes de un jefe voluble.
Elena Valenciano afirma que Zapatero no miente nunca. Se cree, a lo mejor, que lo defiende diciendo eso, sin darse cuenta de que pone de manifiesto su irresponsabilidad. Y también la falta de respeto de ambos a los ciudadanos. Cuando Zapatero se vio obligado a cambiar de política lo que debió haber hecho es dimitir y dejar que otra persona del partido se hiciera cargo de la situación.
Y ahora Rubalcaba quiere ser Alfredo. Con esto, pretende mostrarse más cercano a la gente. Hasta ahora podía mostrarse distante y burlón, puesto que en España no se vota a las personas, sino a los partidos (lo que tiene el efecto perverso de que la gente apoye a los políticos, por muy malos que sean, en función del partido al que pertenecen), pero ahora va a ser cabeza de cartel y necesita que se le vea de otra forma. Nuevamente nos toman por tontos. Antes me veíais así y ahora me tenéis que ver asá, parece decirnos. Pero es que, al menos teóricamente, el ciudadano ve las cosas como le da la gana. No se puede impedir que alguien vea en Alfredo a la mona Chita.
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