jueves, 2 de junio de 2011

La grandeur de la France

Cada uno se imagina como quiere. Los franceses se imaginan llenos de gloria, aunque para que les cuadre esa idea necesitan empequeñecer a los demás. Por eso, aquellos soldaditos franceses, pulcros, repeinados y llenos de crueldad, que invadieron España, se burlaban de los sucios españoles y violaban a las españolas.
Confiaban los de la grandeur en que los españoles estaban desarmados. No contaban con que tenían aceite para calentar, macetas que adornaban los balcones, bieldos para recoger la paja, y otros. Los francesitos comprobaron que servían para otros usos distintos de los habituales y se tuvieron que ir. No obstante, no les abandonó el espíritu de la grandeur. Pasaron los años y su vista de lince no les abandonó. Le negaban el saludo a Adolfo Suárez y cobijaban a los etarras. Estos bichos, que están tan contentos ahora con la victoria de Bildu, de la que también se alegra Gabilondo, tras matar a una o varias personas, por la espalda y a traición, tenían bastante con cruzar la frontera para estar a salvo.
Dicen que la función de la historia es servir de experiencia para no repetir errores. Algunos, por lo que se va viendo, la usan para vanagloriarse. Sólo se fijan en lo que les conviene y lo interpretan como les interesa.
Vista de lince/paso de buey/memoria de elefante/diente de lobo/y hacerse el bobo. He aquí que ahora aparece otra definición de nuestros vecinos del norte, esos que nos señalan como el principio de África: “un francés es un tendero bien alimentado”. Ahora aprovechan el indefendible error del gobierno alemán, que no debería quedar impune, para hacer ellos su negocio. Intentan desacreditar a los productos hortofrutícolas españoles para vender los suyos. Cuando basta la lógica para comprender que las posibilidades de que el foco infeccioso esté en España son muy escasas, siendo lo más probable que esté en Alemania.
Esta es la idea de Europa que tienen los alemanes y los franceses. Esta es la fe que tienen en los controles sanitarios que ellos mismos han impuesto para que los productos alimenticios puedan circular por los países de la Unión Europea.

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