Ha bastado con que Artur Mas se refiera a la dignidad de los indignados para que los editorialistas y un buen número de columnistas catalanes se pongan a escribir sobre lo mismo. ¿A qué puede deberse? ¡Qué alarde de dignidad, cielo santo! ¿Están seguros de que los violentos representan a los indignados? ¿Se ha intentado averiguar si se les han infiltrado algunos con la intención de que queden desacreditados?
El propio Mas, uno de los representantes de esa clase política de la que protestan los indignados ha publicado un artículo en La Vanguardia que me indignaría si yo fuera catalán. No sólo pasa por encima de los motivos que los han impulsado a hacer el sacrificio de dormir en la plaza, sino que también hace afirmaciones demagógicas, como esa de que Cataluña recibe un trato fiscal injusto por parte de España. ¿Alguna Autonomía considera que recibe un trato justo? Podría haber dicho que el funcionamiento del sistema autonómico español es defectuoso y por tanto injusto. Pero también omite Mas hablar del derroche y de la corrupción. ¿Es que no hay derroche y corrupción en Cataluña?
Por su parte, la sesión constitutiva de las Cortes Valencianas supuso un gasto de 18 euros, ¿cabría de tildar esto de derroche? Es de justicia apuntar que EU declinó asistir al acto. ¿Respetan los políticos valencianos a los ciudadanos angustiados? Más de dos millones de españoles pasan hambre cada día. El precio del menú de cada uno de los invitados es de 38,8 euros. Algunos españoles comen bien.
Rita Barberá dice que hay dos plantas de marihuana en la plaza. ¿Quién diablos le escribe los discursos a Rita Barberá?
Hay motivos para la indignación. Se ha demostrado no sólo en el hecho de que unos cuantos ciudadanos hayan decidido correr el riesgo de acampar en las plazas de las ciudades, sino también en las simpatías que han recibido de inmediato. La clase política ha perdido todo el crédito que tuvo y no puede ni debe escudarse en los votos recibidos. Está moralmente obligada a perfeccionar el sistema político.
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