En la actualidad, nuestra pacífica y empobrecida España está inmersa en dos guerras que ni le van ni le vienen, hay que decirlo así, una de las cuales, la de Libia, cuesta oficialmente 14,4 millones de euros cada mes.
Los militares españoles participan en esas guerras en son de paz, como no podía ser de otro modo, nosotros somos los buenos, los legales, nos ampara la ONU, etc. Nada de eso impide, no obstante, que algunos militares españoles mueran o sean mutilados, porque los malos no atienden a razones.
España no tiene nada que ganar en esas guerras y sí puede perder algunos negocios en el caso de Libia. Es evidente que los intereses morales están por encima de los comerciales, pero es que en este caso a España, moralmente, le interesaría más defender a los saharauis o a los guineanos que a los libios. Obiang y Mohamed no son menos peligrosos que Gadafi.
Lo que ocurre es que Estados Unidos se ha empeñado en derribar al dictador libio, pero protege a los dictadores de Marruecos y Guinea.
Estados Unidos está en Afganistán por prestigio, porque se considera el gendarme del mundo, y porque tenía que lavar la afrenta del 11-S. Pero España, que abandonó Iraq de mala manera pudiendo haber hecho las cosas bien, no debería estar ahí, puesto que en caso de tener que estar en algún sitio, las preferencias señalaban otros lugares. Las demás naciones van donde tienen algo que ganar; eso de que defienden la justicia hay que considerarlo, desgraciadamente, como un mito. Si les interesara la justicia Mohamed ya habría dado la orden de abandonar el Sahara.
La situación de España es previa a la bancarrota, el número de hambrientos aumenta vertiginosamente. Ese dinero que se malgasta en las citadas misiones bélicas podría tener un destino más productivo.
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