En el mismo día en que saltó a la prensa el escándalo Dominique Strauss-Kahn tuvo lugar mi intervención semanal en la tertulia de Radio Express. Mi compañero de tertulia de ese día fue José Vicente Arenós, un profesional de la casa.
El asunto era peliagudo, puesto que, lógicamente, estaba sub iudice y cualquier alegría mía en el tratamiento del caso podría dar lugar a que luego tuviera que comerme lo dicho. No obstante mi incomodidad, se trataba de un asunto candente sobre el que había mucha expectación, de modo que no había más remedio que hablar de él. Los datos, consultados deprisa y corriendo, proporcionaban algunos antecedentes sobre los que basar la opinión. Estaba la propia historia del involuntario protagonista y también el modo apresurado en que había abandonado el hotel. Todo eso indicaba que la denuncia podía tener alguna base.
Puse de relieve en el programa que si hubiera sido un humilde camarero el que hubiera denunciado el acoso de una clienta rica, por muy famosa o rica que fuera, el asunto difícilmente hubiera alcanzado esas proporciones, ni tampoco la rápida actuación de la policía.
También dije que había surgido el rumor de que todo había sido una trampa de Sarkozy para eliminar a un competidor a la presidencia de Francia.
Me referí a la impunidad con que a menudo actúan las personas poderosas, sobre todo cuando tratan con otras más humildes y a la indefensión en que suelen quedar éstas ante cualquier abuso de las primeras. Y que en estos casos hay corporativismo entre los poderosos; a los humildes se les reserva el papel de soportar, aguantar, tragar.
Pocas cosas han cambiado desde entonces. La denuncia ha perdido mucha fuerza, pues la denuncia pudo tener poco de espontaneidad y mucho de cálculo. Pero el resto de las cosas sigue en pie. Hay una relación desigual entre un hombre muy poderoso y una empleada de hotel. Resulta difícil creer que la sedujo con su labia, tuvo que ser otro el método, que evidentemente es impropio. Esto ya sería motivo suficiente para que se apartara de la vida pública. Sin embargo, se plantea su vuelta a la política francesa como candidato a la presidencia. DSK, socialista, rico y prepotente.
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