Este caballo que durante un buen tiempo deleitó a sus seguidores en un espacio cultural que llevaba por nombre El Cultiberio, en El Confidencial (que ha sido descabezado hace poco mediante una conspiración de estilo frailuno), desde hace meses, emite sus musicales relinchos en otro lugar.
A Incitatus no se le puede leer a palo seco. Eso ya se sabe. Un artículo corto no le daría para mucho. Él necesita tocar, cada una a su tiempo y con la intensidad que conviene en cada caso, todas las fibras sentimentales del autor. Diríase que escribe sus artículos con el mismo espíritu con que un músico compone una sinfonía. Se le lee mejor con un buen fino y unas aceitunas y almendras a mano. De ese modo se le puede saborear mejor. Hacerlo con prisas sólo contribuye a estropear el invento.
Hoy me ha dado por releer uno antiguo, bueno dos, pero sólo me referiré a uno. Concretamente al titulado Mil quinientos... y seguimos. Tiene momentos memorables, pero yo quisiera detenerme en el párrafo en el que aparece Luis María Anson. Y es que si yo viera algo con mis propios ojos y luego al leer la crónica comprobara que Anson contaba lo mismo que yo había visto iría inmediatamente a graduarme la vista.
Ocurre que la citada referencia al citado columnista monárquico, que no se arrima a cualquiera, tiene que ver con la querencia de éste hacia Felipe González, uno de los perpetradores del sistema electoral que ahora quieren reformar muchos, entre ellos el hombre del día. Creo que no es necesario poner el nombre. Hay unos cuantos hablando de él sin parar...
“Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo”. Pero no es que a Felipe le disgustara eso, que yo no lo sé, sino que se le notan otras prioridades. Para él lo fundamental es la cercanía con los ricos, Gustavo Cisneros, Carlos Slim, etc. Disfruta diseñando joyas para que la gente bien se adorne.
Bueno, pues yo me vuelvo con la plebe y con mis pequeños vicios: el jerez, las almendras, las aceitunas, los artículos con deje musical del caballo...
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