Buena parte de los españoles confía en Rajoy, quizá porque no tiene otra opción, para salir de la crisis, o por lo menos para que infunda algo de optimismo. Pero Rajoy ha de demostrar que tiene capacidad de decisión; si no es capaz de solucionar los problemas que se le plantean dentro de su propio partido, puede ocurrir que alguien adornado con plumas de faisán acabe ganándole la partida.
Además, ahora que las encuestas le bendicen su autoridad dentro del PP ha aumentado mucho, si por fin se decide a dar un palmetazo en la mesa lo va a comprobar. El golpe de autoridad obviamente consiste en destituir a Camps. ¿Cómo puede pedir la dimisión de Rubalcaba o de Zapatero si dentro de su grupo se muestra tan condescendiente? Camps, por su parte, no sólo está imputado, sino que además ha demostrado ser tan manirroto e irresponsable como Zapatero.
Francisco Camps pudo irse de la política como un señor y afrontar como particular el proceso judicial en el que está incurso. Sin embargo, en un gesto claramente egoísta, decidió seguir en el cargo, a pesar de las molestias y del descrédito que con ello sufre el partido, y sobre todo los ciudadanos.
Rita Barberá, cuyo cumpleaños es hoy, y hay que felicitarla, porque lo cortés no quita lo valiente, ha perdido el oremus, suponiendo piadosamente que lo haya tenido alguna vez. Que sea bien caída entre el electorado no significa que tenga todas las cualidades del mundo. Su modo de defender a los “suyos”, en concreto a Camps y Bellver, da a entender que ha olvidado que su sueldo se lo pagan los contribuyentes, a los que se debe por tanto.
Que el PP no tenga rival en la Comunidad Valenciana no significa que no pueda caer víctima de sí mismo. Basta con fijarse en el modo de actuar de los dirigentes populares en los últimos tiempos para comprender que el riesgo es real.
Rajoy debería destituir, de una tacada, a Camps, a Bellver y a quien haga falta.
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