viernes, 29 de julio de 2011

El psiquiatra columnista

Un psiquiatra ha escrito una columna en la que explica los rasgos patológicos que encontró en el discurso mediante el que Francisco Camps presentó la dimisión. No me había imaginado yo que los médicos se dedicaran a explicar públicamente los síntomas que aprecian en los políticos (este debe de beber más de la cuenta, probablemente este otro no puede pasar sin las anfetaminas, el de más allá tiene toda la pinta de padecer una úlcera, etc.)
La cuestión es que un reputado psicólogo, en conversación privada, me informó de que, según su parecer, cierto político, que aparece a diario en la prensa, es paranoico: cree que tiene una misión que cumplir. Se daba la casualidad de que anteriormente otro psicólogo, con años de experiencia, e interesado en esa patología, que tiene muy estudiada, me había dicho, también, como es lógico, en conversación privada, que ese mismo político es un psicópata. Carece totalmente de empatía, afirma; intenta conseguir los fines que se ha trazado, al margen de lo que ocurra.
Lógicamente, yo no sé cuál de los dos psicólogos tiene razón, ni puedo dar ningún nombre, para que cada cual se haga una idea; pero se me ocurre pensar que probablemente el psiquiatra que se ha querido lucir hablando de Camps sepa adivinar a raíz de los datos aportados de qué político se trata, y podría dar su parecer sobre si es psicópata o paranoico. Aunque podría ocurrir algo inesperado: quizá sean varios los políticos a los que se les puede catalogar como paranoicos o psicópatas, en cuyo caso sería imposible adivinar de quién se trata.
Y es que si el ejercicio de la política puede llevar a enloquecer a algunos, puesto que el poder se les sube de forma incontrolable a la cabeza, otros ya llegan a la política con la enfermedad mental a cuestas, y si nos lo cuentan es fuera de tiempo, cuando la información ya no nos sirve.
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