Hay que hacerlo constar puesto que Pepiño, de acuerdo con Zapatero, pone gran empeño en estigmatizar al PP. (Pepiño pregunta ahora por Camps, como si no tuviera un faisán y un Bildu a la vista). Irene Villa es el símbolo del fracaso de ETA. Nunca, hasta que le puso la bomba a ella, se vio con tanta claridad que la banda terrorista iba a fracasar. Claro que algunos cegatos no lo han visto aún.
Algunas veces no estoy de acuerdo con lo que escribe Irene, pero ello no merma un ápice mi admiración por ella. Es más, cuando sucede eso pienso que lo más probable es que el equivocado sea yo. Ella ha demostrado siempre una entereza que sólo puede nacer de la bondad. Es una mujer muy poderosa. ¿Qué pudo hacerle ETA? Nada. No pudo hacerle nada. Tras el atentado, cobarde y vil, como todos los de ETA, apareció sonriendo en la televisión. No era una alegría forzada. Era una alegría real. ¿Podrán entender esto los etarras y los votantes de Bildu? No. Si pudieran entenderlo, los etarras se hubieran entregado inmediatamente a la policía y los votantes de Bildu andarían avergonzados por la calle, con gabardina, las solapas subidas y gafas de sol; sin embargo, se chulean y se ríen. Ignorantes. Nada tiene que ver la risa de estos memos con la alegría de Irene. No todos somos iguales en esta vida. Unas personas son grandiosas y otras miserables. La diferencia no procede de la cuna, sino de la actitud de cada uno ante la vida. Irene Villa decidió ser buena persona y ya se ve que lo ha logrado.
Todos no han soportado igual los atentados de ETA. Mientras que unos, al sufrirlo, han multiplicado el odio que ya sentían, otros, como es el caso de Irene, han visto crecer el amor por la vida que les era característico. Irene sabe que quienes le pusieron la bomba son unos pobres diablos. Ella quisiera inculcarles su fortaleza, pero todo no lo puede conseguir.
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