lunes, 22 de abril de 2013

A Rajoy le crecen los enanos

Cuando la preocupación principal de un político es la de conservar la propia cabeza, metafóricamente hablando, el único modo de mantener a las propias huestes quietas y tranquilas consiste en mantener todos los resortes del poder bajo control.
Lo que ocurre es que ahora el poder se tambalea. Nadie ve seguro su cargo, porque el descontento es general. Rajoy no inspira confianza, por la sencilla razón de que no da la cara. Está escondido a la espera de que las medidas que le han dicho los oligarcas que son las únicas que se pueden tomar, den sus frutos. Los oligarcas llevaban muchos años esperando obtener lo que por fin se les ha dado, pero tampoco están muy contentos, porque no les gusta que la gente se fije en ellos. Les hubiera gustado más que el presidente del gobierno diera la cara y ocupara todas las portadas, intentando ganarse la confianza de las gentes. Pero ya se ve que no es lo suyo. Mas bien, parece asustado y desbordado por los acontecimientos. Ha encargado a Gallardón que ponga bajo control a los jueces, cosa que conviene a la mayor parte de la clase política.
Su escaso sentido del ridículo llega hasta el punto de dejarse chulear por Bárcenas. Tiene otro problema, para él irresoluble: el caso Alfredo Sáenz. Parece claro que éste tiene los días contados en el cargo que ocupa, dado el descrédito que supondría dejar siguiese desempeñándolo, pero en él sigue, y esto es un dato.
Otro de los que se han rebelado es Alfonso Rus. El encargado de mantenerlo firme es Alberto Fabra, pero de éste no cabe esperar mucho. Hace poco se fotografió, sonriente, con Fainé, después de que a pesar de que le han regalado el Banco de Valencia y unos cuantos miles de millones, ha pasado por encima de los accionistas del este centenario banco.
Alfonso Rus, que con Zaplana y Camps fue muy disciplinado, ahora grita y reclama. Pero no es porque pretenda defender a los ciudadanos, sino porque busca sus votos.

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