lunes, 1 de abril de 2013

Un empresario violento

No me puedo referir a un empresario concreto, a ese que de vez en cuando excreta una homilía, por ejemplo, puesto que no dispongo de la suficiente y contrastada información. No sé, por tanto, si le queda bien el traje que confeccioné hace algunas semanas.
Se puede suponer, no obstante y sin margen de error, que en España hay unos cuantos empresarios que ejercen la violencia contra sus trabajadores. Violencia moral, obviamente. Cada vez lo tienen más fácil en este terreno. El hecho de que desde hace años se describa esta lacra y se diga y se demuestre que quienes la llevan a cabo denigran al género humano no ha hecho que disminuya, sino en todo caso que quienes la practican sofistiquen sus métodos y quienes la sufren no se atrevan a denunciarla.
El único modo de erradicarla consiste en convertir a España en una democracia, con separación de poderes. Si la Justicia fuera independiente, los oligarcas no podrían campar a sus anchas y reírse de quienes les venga en gana. Podrían tener bajo nómina a algunos jueces corruptos, pero no a todos.
Cuando los trabajadores españoles se sientan capaces de vencer a un oligarca en los tribunales, porque se instale en la opinión pública, como bastante real, la idea de que todos somos iguales ante la ley, dejarán de considerarse súbditos, o esclavos, y se convencerán de que pueden ser señores, si ponen empeño en comportarse como tales, porque es obvio que muchos prefieren ser esclavos.
Cuando los trabajadores tengan la posibilidad de considerarse señores es cuando el temor comenzará a desaparecer en los centros de trabajo.
El problema en este caso sería otro. Si la Justicia fuera independiente, el pánico se trasladaría a la clase política. Quizá sea por ello, o sin quizá, que los políticos españoles, en su mayoría, no tienen ninguna prisa en otorgarnos la democracia. Tampoco los ex presidentes se han manifestado en este sentido.

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