Aunque da la impresión de que el mal es más ruidoso, aunque sean los oportunistas y los egoístas quienes suelen obtener las victorias y las ventajas pasajeras, al final es el bien lo que prevalece. No hay más que ver que la literatura que prevalece es la buena y se olvida la mala. No hay más que fijarse en que el común de los mortales recuerda las cosas buenas que hizo en la vida y tiende a olvidar las otras, aunque alguno hay que intenta recordarlas, porque ello le ayuda a mantener la necesaria humildad. Lo bueno queda y lo malo pasa. Resulta agradable haber resultado útil en la vida, aunque a veces sea suficiente con no haber empeorado más las cosas. En ese sentido, vale la pena inscribirse como donante de médula ósea. Salvar la vida a otra persona es algo grandioso. Quien ha salvado una vida ya tiene motivos para sentirse útil. ¿Por qué no hacerlo si está al alcance de la mano? O, por lo menos, intentarlo. Conviene aclarar también que es muy difícil ser compatible con alguien. Yo he dado médula una vez, ocurrió en 1986, y estoy registrado desde entonces y nunca jamás he vuelto a ser compatible con nadie que lo haya necesitado. También salí ganando algo. Yo era un fumador empedernido y pensé que si dejaba el tabaco mi médula sería de mejor calidad. Lo dejé meses antes de la donación. Luego me dijeron que no tenía que ver, pero ya no he vuelto a fumar desde entonces. Me hubiera gustado que me volvieran a llamar y haber proporcionado así la vida a otra persona. Lo mismo viene a ocurrir con las donaciones de sangre. Uno puede pensar que quizá su sangre sirva para salvar a algún enemigo, o familiar cercano suyo. Ésa es la suprema victoria sobre ellos. De modo que hay muchos motivos para convertirse en donante y Patricia merece encontrar uno compatible.
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